Los tambores de la guerra se escuchan menos que los gritos por la paz


Alguna vez tenía que ser. Quizás ayude la tremenda posibilidad de comunicación que el mundo de hoy ofrece con respecto a otrora; o quizás los pueblos –y muchos gobiernos- se hayan percatado de una vez de que no es la guerra el medio de solucionar los desacuerdos, aún cuando una dictadura azota a su pueblo. La gente, en toda el orbe, parece no querer seguir apoyando movimientos militares que, aunque se anuncien como mínimos y simbólicos, nadie tiene real certeza de a dónde pueden llevar la escalada.

El conflicto en Siria es largo y complicado, como lo es toda la zona en la que se enclava el país. Parece que Dios quiso que los lugares de mayor acumulación de petróleo en el mundo se ubiquen en naciones musulmanas y/o fundamentalistas, tanto en sus pueblos como en sus gobiernos. La matanza con gas químico sucedida hace diez días es un hecho repudiable pero que en verdad no sabremos seguramente nunca si las realizó el mismo gobierno contra su gente –algo que parece extraño teniendo en cuenta que su posición contra la guerrilla era casi de victoria- o de los propios grupos extremistas sostenidos por los EE.UU. que, antes de perder ante la dictadura, prefirieron utilizar ese armamento como justificación para una embestida de parte de “las naciones libres de Occidente”, con el Premio Nobel de la Paz Barack Obama a la cabeza. ¿Quién puede saberlo con seguridad?

Y si bien el peligro de una nueva guerra es inminente y eso atemoriza al mundo entero, lo positivo en este asunto es lo que señalo al principio de la nota: el fuerte rechazo que las naciones dieron a la pretendida intervención de EE.UU. en el lugar. Ni su aliado de toda la vida, Gran Bretaña, lo siguió en esta “patriada” (vaya manera de mencionarlo), sino solo Francia, cuyo presidente Francois Hollande procura posicionar a su país al lado del Imperio yanqui, por encima de Alemania y Gran Bretaña. Siempre hay un roto para un descosido…

El Papa Francisco descargó casi con furia su oposición a toda guerra, en el Ángelus del domingo pasado, y llamó a un acto de oración por la paz en la Plaza de San Pedro el próximo sábado, donde seguramente concurrirán miles de ateos, de agnósticos y de creyentes de todas religiones a sumarse a un pedido de no militarización y de paz (si John Lennon viviera, ¡qué feliz estaría!).

El asunto no está resuelto aún. El propio Obama pospuso las maniobras ya con sus barcos y submarinos en el propio teatro de operaciones, tomando nota de la oposición mundial y de la propia oposición interna de su pueblo que no quiere seguir participando de guerras que le son ajenas y sólo dejan muertos y heridos en sus propios soldados. También han manifestado su contrariedad líderes de todas las naciones del planeta y el presidente norteamericano se quiere apoyar en una decisión del propio Congreso estadounidense (que no necesita formalmente pero sí para no ser él quien toma la decisión en soledad), de manera de poder dar escarmiento a la dictadura siria sin derrocarla sino a manera de castigo y advertencia, según sus propios dichos… Las cartas todavía no están echadas, pero Obama entró en una zona donde nunca debió haber entrado: si no ataca y se retira, aparecerá como el gran derrotado político de todo este asunto internacional. Si lo hace, nadie sabe cómo actuarán Irán y Siria y hasta dónde puede llegar una guerra con países fanáticos y con armamentos tóxicos y nucleares. En poco tiempo estará la respuesta. Por mi parte me uno, y los convoco a cada uno de ustedes, a la Jornada por la Paz convocada por nuestro Papa. ¿Vos qué opinás…?