Veinte Verdades Veinte

No, no. No es ninguna revelación. Ni espiritual, ni metafísica. Ni intelectual, ni futbolera siquiera. Las Veinte Verdades (así, con mayúsculas se escribe, no porque lo haga yo) se refieren nada más y nada menos que al peronismo. Yo llegué tarde a su conocimiento –reconozco mi ignorancia- y pude hacerlo hace poco a través de la lectura de un libro que solamente las mencionaba en un pasaje y, como me llamaron la atención, me lancé a “googlearlas”, como hacemos todos...

Al leerlas, no pude más que volver a desaprobar (por decirlo de algún modo elegante) a los gobiernos que se tildan de peronistas y que en su teoría y su práctica nada tienen que ver con la doctrina del General. Es más, aunque uno no sea peronista, al leer las Veinte Verdades y ver lo que hacen los gobiernos que se auto-proclaman “peronistas”, querría que un gobierno con esos conceptos se establezca ya y reemplace al que tenemos.

Claro, si Ud. tampoco las conoce se estará preguntando de qué se tratan las Veinte Verdades Veinte... Pues, adoctrínese (la negrita la resalté yo):

1. La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: EL PUEBLO.

2. El Peronismo es esencialmente popular. Todo círculo político es antipopular, y por lo tanto, no es peronista.

3. El peronista trabaja para el Movimiento. El que en su nombre sirve a un círculo, o a un caudillo, lo es sólo de nombre.

4. No existe para el Peronismo más que una sola clase de hombres: los que trabajan.

5. En la Nueva Argentina el trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume.

6. Para un peronista de bien, no puede haber nada mejor que otro peronista.

7. Ningún peronista debe sentirse más de lo que es, ni menos de lo que debe ser. Cuando un peronista comienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en oligarca.

8. En la acción política, la escala de valores de todo peronista es la siguiente: primero la Patria, después el Movimiento, y luego los Hombres.

9. La política no es para nosotros un fin, sino solo el medio para el bien de la Patria, que es la felicidad de sus hijos y la grandeza nacional.

10. Los dos brazos del Peronismo son la Justicia Social y la Ayuda Social. Con ellos damos al Pueblo un abrazo de justicia y de amor.

11. El Peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Desea héroes pero no mártires.

12. En la Nueva Argentina los únicos privilegiados son los niños.

13. Un gobierno sin doctrina es un cuerpo sin alma. Por eso el Peronismo tiene su propia doctrina política, económica y social: el Justicialismo.

14. El Justicialismo es una nueva filosofía de vida simple, práctica, profundamente cristiana y profundamente popular.

15. Como doctrina política, el Justicialismo realiza el equilibrio del derecho del individuo con la comunidad.

16. Como doctrina económica, el Justicialismo realiza la economía social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social.

17. Como doctrina social, el Justicialismo realiza la Justicia Social, que da a cada persona su derecho en función social.

18. Queremos una Argentina socialmente justa, económicamente libre, y políticamente soberana.

19. Constituimos un gobierno centralizado, un Estado organizado y un pueblo libre.

20. En esta tierra, lo mejor que tenemos es el Pueblo.

Y más allá de algunos atisbos de demagogia que alguno pueda encontrar, cualquier parecido con la realidad es... IMPOSIBLE. Me pregunto: ¿qué entenderán los actuales “gobiernos peronistas” sobre que la Justicia Social da a cada persona su derecho en función social? ¿Que unos pocos tienen que trabajar y otros muchos recibir subsidios para no hacer nada? ¿A eso se llamará “socialmente justa”? ¿Por qué para el nuevo peronismo “existe una sola clase de hombres: los que” NO “trabajan”? ¿Acaso es una idea demodé que sea “justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume”?

Perón dijo el 17 de julio de 1944:Dividimos al país en dos categorías:
una, la de los hombres que trabajan, y la otra, la que vive de los hombres que trabajan.
Ante esta situación, nos hemos colocado abiertamente del lado de los que trabajan.”
No parece ese el lineamiento del peronismo gobernante actual. Y ¿cuál será hoy en día el “bien de la Patria” (la grandeza nacional no creo...)? Ni hablar de que “cuando un Peronista comienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en oligarca” –a quien le quepa el saco, que se lo ponga-.

Quizás haya leído en Internet o en algún mail de cadena que le haya llegado unos conceptos de Adrián Roger, del año 1931, que rezan:

“Todo lo que una persona recibe sin haber trabajado para obtenerlo, otra persona deberá haber trabajado para ello, pero sin recibirlo.

“El gobierno no puede entregar nada a alguien, si antes no se lo ha quitado a alguna otra persona.

“Cuando la mitad de las personas llegan a la conclusión de que ellas no tienen que trabajar porque la otra mitad está obligada a hacerse cargo de ellas, y cuando esta otra mitad se convence de que no vale la pena trabajar porque alguien les quitará lo que han logrado con su esfuerzo, eso, mi querido amigo, es el fin de cualquier nación.

“No se puede multiplicar la riqueza dividiéndola".

Es más, la sociedad argentina actual se divide en tres: la clase trabajadora, la clase subsidiada y los marginales. La primera produce para sí misma y para la segunda y la tercera se aprovecha muchas veces de la primera en forma violenta (no hace falta describir las maneras, todos las conocemos).

En verdad, creo que los valores que se honraban hace sesenta u ochenta años eran absolutamente lógicos y verdaderamente estratégicos. Estos de hoy, solo tienen como objetivo el cortoplacismo de los períodos políticos y no el de la grandeza de los estadistas. ¿Vos qué opinás...?

Las contradicciones de Fito


“en tiempos donde nadie escucha a nadie,
en tiempos donde todo es contra todos,
en tiempos egoístas y mezquinos,
en tiempos donde siempre estamos solos;
habrá que declararse incompetente
en todas las materias del mercado,
habrá que declararse un inocente
o habrá que ser abyecto y desalmado”
,

dice Fito en “Al lado del camino” y parece difícil contradecirlo...
El mundo de hoy abruma a las personas y hasta les quita perspectivas. Quienes tienen acceso a casi todo (una minoría, por cierto) prueban y prueban de todo a lo largo de su vida (corta muchas veces) hasta llegar al punto de no saber qué más es lo que queda por experimentar. El final lo conocemos.
Quienes no tienen aquella posibilidad de las múltiples pruebas de emociones, por el contrario, pueden caer en depresiones, en dejarse estar y no esforzarse en lo más mínimo –hoy por hoy, uno de los deportes más populares- o en derivar su vida a rincones desde los cuales es espinoso volver, y también sabemos todos a qué me refiero.
Pero el caso que me ocupa en esta nota es el de aquellas personas que llegaron a la última etapa de su vida y se encuentran alejadas (en espacio o en tiempo) de hijos y nietos por la vorágine de la vida actual, “desenganchadas” de esta época a la que el rosarino hace mención, y, además, sin proyectos o actividades que les propongan un motivo permanente de interés para encarar cada día con el entusiasmo de entonces. Es muy habitual encontrar matrimonios o viudos sexagenarios (y mayores también) que solo se levantan cada mañana para ver pasar el día hasta la hora de volver al lecho. Y no es cuestión de hacer correr el tiempo solamente, viendo televisión, haciendo manualidades o Yoga, visitando parientes o haciendo paseos por algún lugar. Todo ello puede llenar horas, pero no llena el corazón de nadie. El ser humano necesita, como el burro, la zanahoria adelante para querer seguir. Sin motivación, la depresión o la perdición están ahí nomás...
Sin embargo, el gran cantautor desgarbado también entona:

“¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón...”


Y ahí está la fórmula: entregar el corazón. Vamos al grano: el mundo se mueve por emociones. El dinero gira por emociones –pertenecer a una clase, ser el primero en tener un producto, etc.-. La publicidad busca la emoción para lograr su objetivo de concretar la compra. El artista necesita provocar la emoción del espectador, del lector, del escucha, para lograr trasmitir su mensaje. El hombre busca, necesita la emoción. Es fundamental poder emocionarse, de las múltiples formas en que puede darse la experiencia. ¿Y entonces..?
Hay un mundillo especial para vivir la emoción hasta los últimos días de la vida. Un mundillo que provoca ganas de levantarse y hacer. De generar, de mejorar. Y de emocionarse. Ese mundillo se llama “ONGs”. Las ONGs (Organizaciones No Gubernamentales) son una forma magnífica para llevar bien al mundo. Y ese bien se traduce en beneficios para quien recibe el servicio y en una inmensa emoción para quien logra el objetivo de cambiar la realidad. En todo el país, hay miles y miles. Hay una a la vuelta de su casa, no le quepa duda, es solo cuestión de saber mirar. Igualitas a esas que aparecen en los programas de Tinelli y que logran conmover a cualquier televidente.
Desde años pertenezco a una de ellas (El Club de Leones), y la emoción que se siente con cada caso de solidaridad hacia el prójimo es una paga que no existe dinero, ni droga, ni vehículo, ni videojuego, ni fantasía sexual, ni nada que pueda igualarlo. Las ONGs permiten a quienes las integran elevar su condición de personas a la vez que las hacen sentir útiles, necesarias. Y verdaderamente lo son.
Fito se contradice. O no, quizás solo quiere ver todos los lados del asunto. De todos modos, yo me quedo con la última propuesta. ¿Vos qué opinás...?

PD1: La foto que ilustra la nota es del "Centro para Ciegos y Discapacitados Visuales" de mi institución, el "Club de Leones La Colonia-Quilmes Oeste".

PD2: Tinelli también dice esto:
http://www.eltrecetv.com.ar/shared/v2/fullscreen_videos.asp?archivo=http://contenidos2.canal13.com.ar/2009/10/14/mcsm131009marcelo.flv

Carta dejada por el Dr. René Favaloro


El Juez liberó la nota que dejó el Dr. René Favaloro antes de suicidarse.

Si se lee mi carta de renuncia a la Cleveland Clinic , está claro que mi regreso a la Argentina (después de haber alcanzado un lugar destacado en la cirugía cardiovascular) se debió a mi eterno compromiso con mi patria. Nunca perdí mis raíces.. Volví para trabajar en docencia, investigación y asistencia médica. La primera etapa en el Sanatorio Guemes, demostró que inmediatamente organizamos la residencia en cardiología y cirugía cardiovascular, además de cursos de post grado a todos los niveles.
Le dimos importancia también a la investigación clínica en donde participaron la mayoría de los miembros de nuestro grupo.
En lo asistencial exigimos de entrada un número de camas para los indigentes. Así, cientos de pacientes fueron operados sin cargo alguno. La mayoría de nuestros pacientes provenían de las obras sociales. El sanatorio tenía contrato con las más importantes de aquel entonces.
La relación con el sanatorio fue muy clara: los honorarios, provinieran de donde provinieran, eran de nosotros; la internación, del sanatorio (sin duda la mayor tajada).
Nosotros con los honorarios pagamos las residencias y las secretarias y nuestras entradas se distribuían entre los médicos proporcionalmente.
Nunca permití que se tocara un solo peso de los que no nos correspondía.
A pesar de que los directores aseguraban que no había retornos, yo conocía que sí los había. De vez en cuando, a pedido de su director, saludaba a los sindicalistas de turno, que agradecían nuestro trabajo.
Este era nuestro único contacto.
A mediados de la década del 70, comenzamos a organizar la Fundación. Primero con la ayuda de la Sedra, creamos el Departamento de Investigación básica que tanta satisfacción nos ha dado y luego la construcción del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular.
Cuando entró en funciones, redacté los 10 mandamientos que debían sostenerse a rajatabla, basados en el lineamiento ético que siempre me ha acompañado.
La calidad de nuestro trabajo, basado en la tecnología incorporada más la tarea de los profesionales seleccionados hizo que no nos faltara trabajo, pero debimos luchar continuamente con la corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles sin límites de ninguna naturaleza). Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar los lineamientos éticos; como consecuencia, jamás dimos un solo peso de retorno. Así, obras sociales de envergadura no mandaron ni mandan sus pacientes al Instituto.
¡Lo que tendría que narrar de las innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno!
Manga de corruptos que viven a costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras sociales que corresponde a la atención médica.
Lo mismo ocurre con el PAMI. Esto lo pueden certificar los médicos de mi país que para sobrevivir deben aceptar participar del sistema implementado a lo largo y ancho de todo el país.
Valga un solo ejemplo: el PAMI tiene una vieja deuda con nosotros (creo desde el año 94 o 95) de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente).
Si hubiéramos aceptado las condiciones imperantes por la corrupción del sistema (que se ha ido incrementando en estos últimos años) deberíamos tener 100 camas más. No daríamos abasto para atender toda la demanda.
El que quiera negar que todo esto es cierto, que acepte que rija en la Argentina el principio fundamental de la libre elección del médico, que terminaría con los acomodados de turno.
Lo mismo ocurre con los pacientes privados (incluyendo los de la medicina prepaga), el médico que envía a estos pacientes por el famoso ana-ana, sabe, espera, recibir una jugosa participación del cirujano.
Hace muchísimos años debo escuchar aquello de que Favaloro no opera más! ¿De dónde proviene este infundio?. Muy simple: el paciente es estudiado. Conclusión, su cardiólogo le dice que debe ser operado. El paciente acepta y expresa sus deseos de que yo lo opere. '¿Pero cómo, usted no sabe que Favaloro no opera hace tiempo?'. 'Yo le voy a recomendar un cirujano de real valor, no se preocupe'. El cirujano 'de real valor' además de su capacidad profesional retornará al cardiólogo mandante un 50% de los honorarios!
Varios de esos pacientes han venido a mi consulta no obstante las 'indicaciones' de su cardiólogo. '¿Doctor, usted sigue operando?' y una vez más debo explicar que sí, que lo sigo haciendo con el mismo entusiasmo y responsabilidad de siempre.
Muchos de estos cardiólogos, son de prestigio nacional e internacional.
Concurren a los Congresos del American College o de la American Heart y entonces sí, allí me brindan toda clase de felicitaciones y abrazos cada vez que debo exponer alguna 'lecture' de significación. Así ocurrió cuando la de Paul D. White lecture en Dallas, decenas de cardiólogos argentinos me abrazaron, algunos con lágrimas en los ojos. Pero aquí, vuelven a insertarse en el 'sistema' y el dinero es lo que más les interesa.
La corrupción ha alcanzado niveles que nunca pensé presenciar. Instituciones de prestigio como el Instituto Cardiovascular Buenos Aires, con excelentes profesionales médicos, envían empleados bien entrenados que visitan a los médicos cardiólogos en sus consultorios. Allí les explican en detalles los mecanismos del retorno y los porcentajes que recibirán no solamente por la cirugía, los métodos de diagnóstico no invasivo (Holter eco, camara y etc., etc.) los cateterismos, las angioplastias, etc. etc., están incluidos.
No es la única institución. Médicos de la Fundación me han mostrado las hojas que les dejan con todo muy bien explicado. Llegado el caso, una vez el paciente operado, el mismo personal entrenado, visitará nuevamente al cardiólogo, explicará en detalle 'la operación económica' y entregará el sobre correspondiente!.
La situación actual de la Fundación es desesperante, millones de pesos a cobrar de tarea realizada, incluyendo pacientes de alto riesgo que no podemos rechazar. Es fácil decir 'no hay camas disponibles'.
Nuestro juramento médico lo impide.
Estos pacientes demandan un alto costo raramente reconocido por las obras sociales. A ello se agregan deudas por todos lados, las que corresponden a la construcción y equipamiento del ICYCC, los proveedores, la DGI, los bancos, los médicos con atrasos de varios meses... Todos nuestros proyectos tambalean y cada vez más todo se complica.
En Estados Unidos, las grandes instituciones médicas, pueden realizar su tarea asistencial, la docencia y la investigación por las donaciones que reciben.
Las cinco facultades médicas más trascendentes reciben más de 100 millones de dólares cada una! Aquí, ni soñando.
Realicé gestiones en el BID que nos ayudó en la etapa inicial y luego publicitó en varias de sus publicaciones a nuestro instituto como uno de sus logros!. Envié cuatro cartas a Enrique Iglesias, solicitando ayuda (¡tiran tanto dinero por la borda en esta Latinoamérica!) todavía estoy esperando alguna respuesta. Maneja miles de millones de dólares, pero para una institución que ha entrenado centenares de médicos desparramados por nuestro país y toda Latinoamérica, no hay respuesta.
¿Cómo se mide el valor social de nuestra tarea docente?
Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar.
La mayoría del tiempo me siento solo. En aquella carta de renuncia a la C. Clinic , le decía al Dr. Effen que sabía de antemano que iba a tener que luchar y le recordaba que Don Quijote era español!
Sin duda la lucha ha sido muy desigual.
El proyecto de la Fundación tambalea y empieza a resquebrajarse.
Hemos tenido varias reuniones, mis colaboradores más cercanos, algunos de ellos compañeros de lucha desde nuestro recordado Colegio Nacional de La Plata, me aconsejan que para salvar a la Fundación debemos incorporarnos al 'sistema'.
Sí al retorno, sí al ana-ana.
'Pondremos gente a organizar todo'. Hay 'especialistas' que saben cómo hacerlo. 'Debés dar un paso al costado. Aclararemos que vos no sabés nada, que no estás enterado'. 'Debés comprenderlo si querés salvar a la Fundación'
¡Quién va a creer que yo no estoy enterado!
En este momento y a esta edad terminar con los principios éticos que recibí de mis padres, mis maestros y profesores me resulta extremadamente difícil. No puedo cambiar, prefiero desaparecer.
Joaquín V. González, escribió la lección de optimismo que se nos entregaba al recibirnos: 'a mí no me ha derrotado nadie'. Yo no puedo decir lo mismo. A mí me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo controla. Estoy cansado de recibir homenajes y elogios al nivel internacional. Hace pocos días fui incluido en el grupo selecto de las leyendas del milenio en cirugía cardiovascular. El año pasado debí participar en varios países desde Suecia a la India escuchando siempre lo mismo.
'¡La leyenda, la leyenda!'
Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga.
Me consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza. Mis colaboradores saben de mi inclinación por los pobres, que viene de mis lejanos años en Jacinto Arauz.
Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata.
No puedo cambiar.
No ha sido una decisión fácil pero sí meditada.
No se hable de debilidad o valentía.
El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano.
Sólo espero no se haga de este acto una comedia. Al periodismo le pido que tenga un poco de piedad.
Estoy tranquilo... Alguna vez en un acto académico en USA se me presentó como a un hombre bueno que sigue siendo un médico rural. Perdónenme, pero creo, es cierto. Espero que me recuerden así.
En estos días he mandado cartas desesperadas a entidades nacionales, provinciales, empresarios, sin recibir respuesta.
En la Fundación ha comenzado a actuar un comité de crisis con asesoramiento externo. Ayer empezaron a producirse las primeras cesantías. Algunos, pocos, han sido colaboradores fieles y dedicados. El lunes no podría dar la cara.
A mi familia en particular a mis queridos sobrinos, a mis colaboradores, a mis amigos, recuerden que llegué a los 77 años. No aflojen, tienen la obligación de seguir luchando por lo menos hasta alcanzar la misma edad, que no es poco.
Una vez más reitero la obligación de cremarme inmediatamente sin perder tiempo y tirar mis cenizas en los montes cercanos a Jacinto Arauz, allá en La Pampa.
Queda terminantemente prohibido realizar ceremonias religiosas o civiles.
Un abrazo a todos
René Favaloro

julio 29 de 2000 - 14:30 horas

¿Vos qué opinás...?

Del dicho al hecho...


Pasaron las elecciones y los coletazos se están empezando a sentir, tanto en el seno del Gobierno como en el propio Justicialismo. Dirigentes distanciados que empiezan a aparecer otra vez, renuncias de un lado y de otro, viejas amistades que dejan de serlo, amistades nuevas que van apareciendo (camaleonismo, bah). Pero me parece importante analizar el papel de la política, o de los políticos, haciendo referencia con esas designaciones a aquellos que son candidatos pero no son aún funcionarios públicos.
En las últimas cuatro o cinco elecciones hemos visto surgir distintas fuerzas que aparecieron como alternativas de poder. En todos los casos, la alegría por los triunfos obtenidos se transformó también en el entusiasmo por conformar una verdadera fuerza de alcance nacional que permita discutirle al Justicialismo los espacios de poder. Casi hasta parece lógico pensarlo, si se tiene en cuenta el hecho de ganarle una elección al Peronismo, como ocurrió el pasado domingo 28 a manos de Unión Pro en la provincia de Buenos Aires, principal distrito del país y máximo escenario de la política nacional (por ello el kirchnerismo puso toda la carne al asador allí).
Sin embargo, resulta llamativo recordar que en ningún caso estas fuerzas lograron conformar lo que soñaron tras los escrutinios que los favorecieron. El por qué de esto da quizás para el estudio de un politólogo más que para la charla de café, pero –aunque sea a nivel doméstico- quiero echarle un vistazo al asunto.
Estoy empezando a creer que las elecciones no se ganan. Es decir, ningún político gana las elecciones, aunque ellos así lo crean (¡¿quién le hace creer a De Narváez que no le ganó a Kirchner?!). Estoy empezando a rumiar que los políticos se imponen en las elecciones en detrimento de los oficialismos competentes en la contienda. Y que cuando esos políticos asumen sus roles tras los comicios y, ya devenidos a funcionarios públicos, se someten al sufragio popular ven cómo sus votos van a parar a manos de otros políticos, que aún no son o fueron funcionarios. Y es allí cuando deben concluir que, en realidad, ellos tampoco ganaron nunca una elección sino que la habían perdido quienes ejercían el Poder. O para ser más claros: los votos van a parar a manos de políticos opositores al régimen, en la única esperanza que queda de que algo de lo que está pasando cambie. Pero cuando esos políticos se convierten en parte de la clase gobernante (desde el Poder Legislativo o desde el Ejecutivo), no conservan el privilegio en las urnas, que vuelve a quedar en manos de alguna agrupación de políticos –que todavía no demostraron lo malo que van a ser cuando sean funcionarios-. Simplificando más la cuestión: los votos no son positivos, son opositores. Los votos no apoyan a un político o a una fuerza sino que se oponen al Poder de turno, prestándole poder al que está de moda y más posibilidades tiene de arruinarle la fiesta a los que quieren atornillarse a sus sillones. Si hacemos memoria, recordaremos que Bloomberg fue oposición con pretensiones importantes (y con movilizaciones considerables en base a la lucha contra la inseguridad), Carrió fue segunda fuerza –algunos sostienen que su frente aún lo es- y hoy el Pro le arrebata una elección al Peronismo (al kirchnerismo en realidad). Si tenemos en cuenta las extracciones de derecha y de izquierda de estas diferentes agrupaciones, inferiremos que el pueblo está prestándole poder a la fuerza opositora de turno en pos de quitárselo a quienes gobiernan. Simplemente eso: no votar a favor de una política o un proyecto sino en contra del que está, mecánica que se repite una y otra vez en nuestra rutina democrática…
La política dice. Los gobernantes hacen. Estoy empezando a creer que los argentinos somos mucho mejores con las palabras que con los hechos. ¿Vos qué opinás…?

Primeras escaramuzas


“Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía.”
Mariano Moreno

En los últimos meses, se vienen sucediendo episodios que, a mi entender, van dejando de ser hechos aislados y van empezando a marcar una tendencia. Porque llevan un hilo conductor que permiten proyectar futuras acciones similares, aunque ya de mayor tenor y gravedad. Una pared que se levanta (aunque solo haya podido ser en la intención, que es lo más importante) en el límite entre San Isidro y San Fernando, impulsada por un Intendente que no encontró mejor forma de delimitar dos comunidades. Todo un símbolo. En Lanús, días atrás, se desarrolló una verdadera batalla campal entre vecinos de un barrio y ocupantes de un asentamiento, que sacaron a relucir (de ambos lados) el resentimiento, el encono, la irreconciliable “diferencia” existente entre los dos grupos. Y ya hubo otros hechos parecidos en distintos barrios de Capital y GBA, generalmente con okupas de territorios (hasta hubo toda una villa incendiada el año pasado) y vecinos que ven cómo su geografía cercana pierde calidad de vida al alojar gente sin las mínimas condiciones necesarias para desarrollar la existencia de una familia de una manera digna…
El perverso sistema político instalado hace casi una década de fomentar la vagancia y la des-educación premiando a quienes lo integran con planes sociales está alcanzando límites que, supongo, ni sus propios iniciadores imaginaron. Una verdadera “máquina de hacer pobres”, como sugirió alguna política tan moral como opositora (¿quién sabe cómo sería si estuviera del otro lado del mostrador…?), que paga subsidios por hijo y engendra una espiral reproductiva de descendientes no educados. Y que permite a quien reparte esas dádivas seguir perpetuándose en el poder, porque quienes lo reciben prefieren ese modo de vida a otro. Dos puntas de un sistema que, de democrático, ya no tiene prácticamente nada, porque se va convirtiendo en invencible gracias a la proliferación de no educados que votan por recibir miseria sin esfuerzo.
En el medio, la gente trabajadora, la educada, genera recursos para el sistema en su conjunto, aunque en proporción cada vez alcance para menos…
El método del cáncer, exactamente igual. Dicen T. Dethlefse y R. Dalhke en “La enfermedad como camino”:

“Esta triunfal proliferación de las células cancerosas termina cuando ha consumido literalmente a la persona a la que ha convertido en su suelo nutricio. Llega un momento en el que la célula cancerosa sucumbe a los problemas de abastecimiento. Hasta este momento, prospera.

“El comportamiento de la célula cancerosa es satisfactorio únicamente mientras vive el casero, su final significa también el fin del desarrollo del cáncer. Aquí reside el pequeño pero trascendental error en el concepto de la realización de la libertad y la inmortalidad. Uno se retira de la antigua comunidad y no se da cuenta de que la necesita hasta que ya es tarde.”


Estamos asistiendo a esto. Llevará tiempo, aunque no demasiado –en términos históricos- llegar a una guerra civil. Éstas que presenciamos son las primeras escaramuzas, las que el cuerpo, que antes estaba sano, inicia contra el cáncer. Pero el método del cáncer es fuerte, y avanza. Prolifera, se multiplica, y el cuerpo sano cada vez será menor y más débil. Este sistema se transforma en un verdadero monstruo que cada vez comerá más y más, demandará más y más, luchará más y más, en pos de saciar sus necesidades de la manera menos educada, menos socializada, menos comunitaria.
Se acercan las elecciones, quedan pocos días, y la reflexión sobre esta terrible proyección debería provocar un verdadero acto reflexivo en cada uno para tratar de que esta película tenga otro fin. ¿Vos qué opinás…?

Mandamientos y prioridades


Hace 27 años (uf!), cumplía con el servicio militar obligatorio. A lo largo de cincuenta interminables días, realice el período de instrucción en un batallón de Campo de Mayo, en plena guerra de Malvinas. Tiempo suficiente para aprender orden cerrado (el “ceremonial y protocolo” militar), manejo de armas de fuego –lo que quedaba de ellas, en realidad-, los grados en el Ejército, prácticas militares diversas (incluidos el cuidado de las pertenencias, la manera de acampar, la orientación sin instrumentos, etc.) y hasta cómo odiar o hacerse odiado –algo que verdaderamente no sabía hasta ese momento-. Bueno, esto último no me lo enseñaron por cierto, pero lo aprendí solito…
Sin embargo, de todo ese “programa docente”, lo que más me pegó fueron las enseñanzas del capellán (sacerdote militar, más de lo segundo que de lo primero). Este muchacho, muy consustanciado con la doctrina del momento, logró patear el tablero de mis creencias cristianas vivientes en mí desde el catecismo y la confirmación. Según este “clérigo”, los mandamientos no eran verdades absolutas sino más bien relativas. Es decir, siempre hay prioridades que ameritan dejar de lado un mandamiento en pos de un bien mayor, por ejemplo: “No matarás”, siempre y cuando no llegues a tu casa y se estén violando a tu hermana (sic). “No robarás”, a no ser que tu hijo tenga hambre y estés en la puerta de un palacio donde dan un banquete. Una teoría que encajaba perfectamente en el pensamiento de la época, que justificaba los medios en pos de los fines…
Aquella relatividad nunca dejó del todo de dar vueltas en mi cabeza. Porque tenía mucho de malo el entorno de dónde venía, lo cual era prácticamente condenatorio. La persecución y muerte que arrasó con miles de personas en aquel período estaban basadas precisamente en una lógica que establecía qué males eran más malos y qué se debía hacer al respecto, violando cualquier norma establecida (legal, moral o religiosa). Sin embargo, no deja de tener mucha sensatez el hecho de dar prioridad a las cosas. Y los mandamientos o prácticas cristianas (o religiosas en general, seguramente) no escapan a ello. Ahí es donde sobreviene la disyuntiva: ¿está bien o está mal ese orden de prioridades? ¿deben ser absolutos o relativos los mandamientos de la Iglesia –o hasta los de la Educación, los de las leyes o los que fueran-?
Y aunque parezca un tema menor o atemporal, creo que tiene absoluta importancia y vigencia. Hoy, la inseguridad convierte en “justiciero” (¡qué término para alguien que asesina a una persona, aunque sea delincuente!) a todo aquel que puede salvar a su familia o a él mismo de un robo, una vejación o hasta de la muerte. Y no creo que nadie condene el hecho de defenderse de una agresión que uno ni siquiera conoce qué fin va a tener (antes era más certero que quien robaba no pasaba de ello, pero hoy ese límite no existe más y, ante la duda…). Ni hablar de tantos otros casos, de menor importancia ergo, que también supeditan códigos establecidos en pos de beneficios superiores, porque “el sentido común así lo indica”.
Quizás exista un mix que apunte más a la verdad que la rigidez de lo absoluto o la vaguedad de lo relativo. Aunque eso ya deja de ser absoluto. Lo cierto es que salir de lo absoluto también tiene su riesgo, y ya lo hemos vivido, ciertamente.
Creo que la duda me acompañará mucho tiempo más, a pesar de que llevo más de la mitad de mi vida sin resolverla. Los dogmas del capellán (quizás ya fallecido) todavía siguen siendo cuestionados en mi cabeza, aunque nunca pude condenarlos del todo. Quizás las épocas cambiaron y hoy, aunque parezca que no, la sociedad toda esté más cerca que alejada de aquellas cuestionables teorías del sacerdote militar. Y me queda otra duda: ¿Vos qué opinás…?

La Gran Estafa


Hace unos meses, tratando de comprar un auto usado, me contacté con alguien que tenía uno que me interesó. Estaba “impecable” según el aviso y las fotos publicadas daban prueba de ello. Concerté una cita y, nada menos que un viernes por la tarde, crucé toda la Capital Federal para llegar hasta Zona Norte a ver el vehículo. Tras un nuevo llamado al vendedor, nos encontramos en una estación de servicio. Patética sensación tuve cuando vi llegar aquel coche, que nada parecía tener que ver con lo que se veía en la red…
Conversando con el dueño, me dijo que las fotos databan de unos dos años (lo que no parecía, desde ya). El estado del auto era deplorable: interior, exterior, mecánica, todo era un desastre. Sin muchas vueltas, me volví a mi domicilio cruzando nuevamente la gran urbe con la inmunda sensación de sentirme estafado.
Ya en mi casa, conectado a Internet, pude verificar que la patente del vehículo de las fotos era distinta de la de aquel que fui a ver, lo que aumentó mi indignación. Redacté urgentemente una carta al site que albergaba el aviso explicando lo sucedido, lo que mereció que al día siguiente el mismo no figurara más allí…
Es una horrible sensación pedir en un restorán una entrada de jamón cocido y notar que te trajeron paleta. O alquilar un lugar para vacacionar viéndolo por fotos y comprobar al llegar que nada tiene que ver con lo promocionado. O depositar fondos propios en un banco amparado en la “ley de intangibilidad“ y padecer un “corralito financiero” solo a los tres meses. Yo (¿y quién no en este país?) pude experimentar la impotencia que se siente ante la estafa –aunque en el caso relatado solo fuera en mis ilusiones, nada más (y nada menos…).
Sin embargo, la Argentina siempre da para más. Siempre puede sorprendernos, aunque uno tenga pocos o muchos años, la capacidad de asombro no puede perderse nunca. Hoy, la farsa llega al insospechado límite de las “candidaturas testimoniales”. Bonito nombre para una mentira de semejante tamaño. Ni María Elena Walsh y su poesía disparatada sería capaz de inventar una cosa similar (la poetisa no era perversa, por supuesto). Candidatos de mentira. Que son figuritas, pero que no son de verdad. Que aparecen y desaparecerán, pero no por arte de magia sino por el arte de mentir. La magia es una ilusión. La mentira descarada no. Y si “violencia es mentir”, como dice el Indio, esto no es más que una inmensa e inmunda violencia. Una más que va a parar a la mochila de este gobierno, como la de los índices del Indec, la de las retenciones para construir hospitales, la patraña de retirar los fondos de las AFJP para inyectar el dinero en obras y tantas otras que dan no solo vergüenza sino hasta asco. Y que logran engañar al “soberano”, que nada tiene de ello porque se lo ha sub-educado para que pise el palito en artimañas de calibre tan burdo como éste al que asistimos.
Me aborda la vergüenza como argentino, por advertir cómo desde el poder se le tiende una trampa a la gente para que “compre” lo que no va a tener, mientras –a la vez- el pueblo educado (que cada vez es menos en porcentaje) se ve burlado desfachatadamente porque el soberano dominado por la ignorancia decide en cantidad imbatible. ¿Vos qué opinás…?

Chau Alfonso...


El viejo caudillo estaba cansado, enfermo, agotado. Y no quiso empezar un abril más. Ochenta y dos juntó. Y así como cuando murió el Presidente Perón, su opositor de siempre, el Dr. Ricardo Balbín, lo saludaba diciendo “hoy, este viejo adversario despide a un amigo”, los argentinos todos despedimos ahora a un verdadero amigo. Porque luchó para todos. Porque es el único ex Presidente que no fue acusado de corrupción. Porque peleó por los Derechos Humanos (los de todos), porque avanzó sobre los injustos y asesinos. Porque, junto a todo un Pueblo que lo acompañó, logró conformar una Democracia que –como expresara notas atrás- aún tiene mucho por resolver.
Chau Alfonso. Que en paz descanses. Ojalá vos puedas, algún día, volver y ser millones. Para que entre todos podamos “constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. ¿Vos qué opinás…?

Izquierdos Humanos


La sensación es tremenda. Indefensión. Desprotección. Impotencia. Bronca y tristeza. Todo a la vez. El Frankenstein que crearon los sucesivos gobiernos permisivos (y algo más que permisivos también) se volvió hasta contra sus mismos creadores. Ya no respeta nada, y mata porque sí, sin razón ninguna sino casi por diversión. Y desde las cúpulas, en vez de tratar de detenerlo, solo se escuchan voces que se vanaglorian sosteniendo que el índice de delitos es el mismo que el de no sé qué año, o que en Latinoamérica nuestros delincuentes son unos nenes de pecho. O que la crisis social tiene la culpa de todo, cuando los responsables de ella son los mismos que lo dicen y cuando tampoco es del todo verdad, porque la crisis puede –de última- hacer a alguien robar, pero nunca matar por matar…
Una a una las víctimas de las balas vamos siendo todos. Ya nadie se anima a salir muy tranquilamente a la calle, porque el acecho está ahí, en cualquier esquina, en cualquier cuadra, en cualquier rincón. Violadores, ladrones, asesinos o hasta balas sueltas están esperando el momento de cazar a su presa. Y hay que estar atento de no convertirse en una de ellas.
El Estado, mientras tanto, permanece inmune a las críticas y a los alaridos de la gente que reclama seguridad. Es más: hasta se burla de todo. No se entiende de otra forma el hecho de que le otorguen el premio de la prisión domiciliaria a una asesina que bajó a un servidor del orden querido por todo un barrio, por el hecho de estar embarazada. Me pregunto qué pensará la familia de ese honroso policía. ¿Qué? Quizás piense que el pobre hombre dejó su vida casi para nada, pues el Estado –que le daba trabajo- minimiza el hecho de su asesinato al brindarle una situación de privilegio a quien se encargó de terminar con su vida. ¿Qué puede pensar una víctima de la inseguridad ante semejante horror? Claro, cuando alguien opina desde el dolor se le critica con ferocidad, porque hablar de ciertas condenas parece que atenta contra los Derechos Humanos. Aquí es donde cabe aclarar que los Derechos son los delincuentes y los que trabajan son Izquierdos. No se entiende de otro modo. Porque en aras de defender los Derechos Humanos siempre se terminan relativizando las gravedades de los hechos y hasta haciendo la vista gorda a favor de los asesinos, que parecen (ellos sí) con licencia para aplicar la pena de muerte a cualquier inocente que anda por la calle.
Días pasados, viajando hacia Capital, observé un tumulto desde unas dos cuadras, en el que también participaban una ambulancia y un patrullero. Al pasar por el lugar pude ver la patética imagen de alguien muerto en la vereda en medio de un charco de sangre. Y recordé imágenes de hace treinta años, época de adolescente apenas, cuando los que se veían caídos en alguna esquina eran los “subversivos”. El episodio me produjo dos sensaciones: la primera es la de que realmente habíamos vuelto a los setenta. Tanto querían rememorar la cultura setentista, que lo lograron. La muerte viste nuestras calles igual que entonces. Con la misma crueldad, aunque ahora con más miedo. La segunda es que, hoy por hoy, un delincuente está expuesto a esta dicotomía: o muere en un enfrentamiento en el momento del ilícito, o sigue vivo y suelto para cometer nuevas fechorías (asesinatos inclusive). No hay nada en el medio. O es ajusticiado en el momento –algo que creo que no les afecta en lo más mínimo- o no es pasado por la Justicia de ningún modo. Quizás algún trámite burocrático en una comisaría, nada más…
Se me ocurre que, quizás, la única fuerza capaz de poner un freno a tanta barbarie es la de las fuerzas de la Producción. Que ya están siendo víctimas de todo esto, lo mismo que las personas en sí mismas. Hoy, quien trabaja se ve expuesto a no volver a su casa en cualquier momento. No se puede ir al banco, ni a hacer una venta ni una cobranza. No se puede trabajar así. Es imposible. Salideras, motochorros, pago de “peajes”, aprietes, de todo sufre el pobre tipo que labura por derecha (aunque tenga “izquierdos humanos”). Ya no da para más. Mi vecino, el farmacéutico Eduardo, también lo sufrió. O el garrafero de Barracas. O…
Basta! Hagamos algo. La gente ya se está organizando en marchas y protestas en distintos puntos del conurbano y del interior. Pero las fuerzas productivas no pueden quedar al margen del tema, porque son las que mantienen el sistema legal y, sin quererlo y padeciéndolo, el ilegal del país. Hagamos el reclamo como corresponde, con un Paro Nacional de Actividades. En todo el país. El miércoles 22 de abril paremos el país. Para que los gobiernos nos escuchen. Para que la Policía –que está indefensa también- se sienta apoyada. Para demostrar que es el trabajo el que mantiene a la Nación en movimiento. Y que no se puede trabajar sin las mínimas condiciones de tranquilidad.
Paro y Movilización, el miércoles 22 de abril. Es simplemente una propuesta, para hacer recordar quién es el “soberano”. ¿Vos qué opinás…?

Aclaración: está permitido pasar la nota y la propuesta a quien se crea con ganas de participar y hacer Patria.

Nobleza obliga...


Se llamaba Luis María Albamonte, pero su seudónimo lo definía mejor: tenía mucho de “geográfico”, su nombre abarcaba un continente y su apellido el rincón que más conocía.
Inquieto, curioso y comprometido, no le esquivó a una profesión que, fundamentalmente en su época, se nutría de esos valores y características. Peronista (muy peronista), patriota (mucho también) y periodista (hasta la médula), regenteó en las épocas de esplendor del General diarios de la talla de “El Laborista” y “Democracia”, que llegaba a alcanzar el medio millón de ejemplares por edición.
Dueño de un estilo personal y un particular olfato para lo popular, Héctor Ricardo García lo convocó en 1964 para dirigir su “Crónica”, con baja performance en su primer año de existencia, y él lo llevó a ser el líder de las masas, de los trabajadores, “firme junto al pueblo”, como dice su slogan. También paseó su talento en sus años de proscripción por la mítica “Radio Colonia” de Uruguay.
Incurrió en Literatura con ensayos políticos, como "¿Adónde vamos?" (1959) -con prólogo de Juan Domingo Perón- y novelas, como "Puerto América" (1942), entre sus doce obras, que llegaron a merecer el Primer Premio Nacional de Literatura. También fue fundador de la Escuela Superior de Periodismo de Buenos Aires.

En sus recordados comentarios, que publicaba en su columna de “Crónica” o en sus apariciones en el viejo Canal 11, tocaba temas de orden social con un ajustado mix de lenguaje refinado y crítica incisiva. Y concluía sus ideas con una pregunta que invitaba a la reflexión y a estar de acuerdo con él…
Su nombre periodístico era Américo Barrios. Y el nombre de este blog es un permanente homenaje al Periodismo (con toda humildad) encarnado en su persona. A casi dos años de levantar la persiana de esta columna de ideas, críticas y propuestas, va siendo tiempo de poner las cosas en su lugar. “¿Vos qué opinás…?” cuenta con la ventaja del avance tecnológico que permite la respuesta interactiva a la interrogación, además de incorporar en el voseo el sello inconfundible de la argentinidad en un medio internacional como es Internet. Américo Barrios recibía las respuestas en persona (atendía infinidad de ellas) y era el dueño innegable de un estilo de comunicación que, a tres décadas de su recordada actividad, quiero desde aquí tratar de emular. Después de todo, nobleza obliga, hay que “darle al César lo que es del César”. ¿No le parece...?

La Casa Gris


Alguna vez esta columna hizo lugar a la esperanza al hacer referencia a la llegada al Poder en el mundo de la mujer. Hoy, la esperanza viene de frac, “de color” –como se dijo durante décadas…-, o al menos con un color distinto. Que, a modo de prisma diferente, quizás permita alterar para bien la realidad del mundo, agobiado ya de guerras, terrorismos, hambre, antinomias, xenofobias y tantas otras miserias humanas.
Hoy la esperanza tiene un lugar en la cara de bueno de un hombre negro, luchador, de familia, moderno, con ideas solidarias y con perfil bajo. Y en la de millones de personas, norteamericanas y de todo el mundo, que aspiran al alivio de la distensión tras asistir impávidas al desparpajo de un largo período de abusos, de invasiones, de muertes, de burbujas económicas escandalosas, que llevaron a pueblos enteros a la ruina o a la muerte…
Hoy, aquel “I have a dream” de Martin Luther King empezará (ojalá) a hacerse realidad, tras largos cuarenta y cinco años de espera. Y John Fitzgerald Kennedy, esperanza mutilada hace idéntico tiempo, también estará expectante. Hoy, sentado junto a la anciana keniana que viene a ver ocupar a su nieto una de las máximas responsabilidades de este planeta, Ghandi estará en primera fila en la asunción del 44° Presidente del Imperio no tanto para festejar sino más bien para comprometer. Hoy la Humanidad quiere creer en un norteamericano, tan devaluados últimamente en la estima internacional, porque parece tener una historia que no le permitirá mantener intacto un status quo que oprime a la gente.
La pregunta es “¿hasta dónde podrá torcerle el brazo a los intereses de los ultrapoderosos un hombre con cara de bueno?”. Seguramente, hasta donde el 80% de opinión a su favor lo deje llegar. Por otra parte, todos los sistemas tienen su válvula de escape y éste que mantuvieron Bush y sus republicanos durante ocho eternos años debe también ceder a la presión de los oprimidos, aunque sea por un tiempo.
Hoy, la Casa Blanca se tiñe de negro, tornándose Gris. Pero lucirá quizás más radiante que nunca, con el fulgor que irradiarán de sus miradas los millones de habitantes de este mundo que esperan que un “hombre de color” lleve trabajo, paz, solidaridad y humildad a su país y a todos los costados del planeta.
Desde este rincón de la blogósfera sumamos votos para que así sea. La esperanza, como siempre, es lo último que se pierde. Y quizás, esta vez, se convierta en realidad. ¿Vos qué opinás...?

Es para el mundo, que lo mira por TV…


Horror. Mucho horror. E impotencia. Hoy son cien. Mañana, doscientos cincuenta. Pasado, quinientos. Y el mundo lo mira por TV…
Las antinomias entre israelíes y palestinos son tan antiguas como complejas y hasta inentendibles. Pero sirven para retroalimentar aquel viejo axioma que asegura que el hombre (y por ende, la humanidad) tiene un costado que construye y otro que destruye.
Una nueva guerra nos convoca a ser espectadores, desde que hace casi dieciocho años la del Golfo se convirtiera en la primera en ser observada “en vivo” por cualquier ciudadano desde el cómodo living de su casa. Los muertos civiles -mujeres, ancianos y niños incluidos, todos inocentes- son hoy parte no solo de una locura que ya no respeta códigos militares ni tratados internacionales, sino también del consumo de comunicación de millones de habitantes del mundo que miran consternados cómo la barbarie llega a límites que antes quedaban reservados solo a quienes la protagonizaban…
Es interesante que los actuales medios tecnológicos permitan tener la visión “on line” de los acontecimientos y las tremendas vivencias de, por ejemplo, una madre que intenta criar a sus hijos entre medio de los bombardeos pero se hace su tiempo para postear en un blog el padecimiento de los civiles atrapados en una guerra. Antes solo existía registro de aquello a través de literaturas que llegaban mucho después del momento del relato. Pero, a la vez, cabe preguntarse para qué sirven los medios de comunicación si no son capaces de lograr que el mundo reaccione para terminar con un nuevo desastre de magnitud aún no calculada. Da estupor el hecho de que millones de ciudadanos de todo el mundo tengan acceso a la información y a las imágenes de lo que está sucediendo y nada puedan hacer para detener la sangre, la destrucción, la muerte.
Quizás sea una cuestión de maduración y tanta imagen cruenta vaya acumulando en el inconsciente colectivo el rechazo a toda forma de beligerancia, en especial armada. Es el consuelo que queda por pensar para poder darle un sentido a esta horrorosa forma de globalización que es el hecho de participar de una guerra, pero en forma pasiva y no riesgosa. Aunque, si sos bien nacido, no deje de causarte repulsión, asco y vergüenza de ser parte de la raza humana. ¿Vos qué opinás...?