Al dictador




Estás muerto y tenés bastante suerte
después de todo es un estado de verdad.
Peor la pasaron muchos otros
que no lograron “tener una entidad”.

Al menos la Ley tuvo desquite,
que te regaló una muerte natural;
distinto a cuando tenías tus jinetas
y disponías de otras vidas y demás.

Estás muerto y te llevaste tus patrañas,
dejarlas hubiera sido conceder…
Preferiste que queden las tinieblas
a que se sepa tu nefasto proceder.

Tu crueldad y dureza de asesino
no permitieron fisuras ni ansiedad.
El arrepentimiento no está en tu diccionario,
en tu vida de cinismo y de maldad.

Aún muchos husmean sus raíces
escaneándole la cara a los demás.
Buscando identidad de todas formas
porque vos se las quitaste sin piedad.

En tu hipócrita cristianismo de entrecasa
comulgabas y mostrabas humildad.
A la vez que torturabas y matabas
en defensa de argumentos sin verdad.

Las secuelas de tu despotismo arrebatado
la Democracia aún no pudo resolver.
Tan hondo han calado tus miserias
que “el silencio es salud” quiere volver.

Hoy tu muerte en la cárcel nos alivia
por saber que una vez la Ley ganó.
No sea cosa que un día de estos nos sorprendas
transitando por la calle igual que yo.

La poesía y su bella geometría
nos habla siempre de Amor y Libertad.
Que esta vez nos ayude a despedirte
para que no regreses… NUNCA MÁS.

El “vamos por todo” ¿es cancerígeno?



Claro: alguno pensará “Alejandro enloqueció”. O que finalmente las consecuencias de mi ataque de hace tres largos años terminaron haciendo mella en mi intelecto. Bueno, yo no soy quien para negarlo –seguramente un estudio psiquiátrico pueda determinar esto-. Pero lo que viene sucediendo en el país en los últimos tiempos (fundamentalmente semanas) me hizo recordar una lectura que se ajusta perfectamente al título como piezas adyacentes de un rompecabezas.
En el conocido libro “La enfermedad como camino” del psicólogo Thorwald Dethlefsen y el psicoterapeuta Rüdiger Dahlke, ambos alemanes, se describen infinidad de enfermedades y sus orígenes ocultos en el interior de nuestra psiquis y nuestro espíritu. Es muy didáctico y con muchas analogías de modo de comprender fácilmente. Vamos al grano.
En el capítulo dedicado al cáncer, podemos leer:
“Para comprender el cáncer hay que dominar el pensamiento analógico.
Tenemos que tomar conciencia de la circunstancia de que todo lo que nosotros percibimos o definimos como unidad (una unidad entre unidades) es, por un lado, parte de una unidad mayor y, por otro lado, está compuesta por otras muchas unidades. Por ejemplo, un bosque (como unidad definida) es, por un lado, parte de una unidad mayor, «paisaje», y, por otro, está compuesto por muchos «árboles» (unidades menores). Lo mismo puede decirse de «un árbol». Es parte del bosque y, a su vez, se compone de tronco, raíces y copas.
El tronco es al árbol lo que el árbol es al bosque o el bosque al paisaje.
Un ser humano es parte de la Humanidad y está compuesto de órganos que, a su vez, se componen de muchas células. La Humanidad espera del individuo que se comporte de la manera más adecuada para el desarrollo y supervivencia de la especie. El ser humano espera de sus órganos que funcionen de la manera mejor para asegurar su supervivencia. El órgano espera de sus células que cumplan con su cometido tal como exige la supervivencia del órgano.
En esa jerarquía que aún podría prolongarse hacia uno y otro lado, cada unidad individual (célula, órgano, individuo) está siempre en conflicto entre la vida propia personal y la supeditación a los intereses de la unidad superior.
Cada organización compleja (Humanidad, Estado, órgano) se basa para su buen funcionamiento en que la mayoría de las partes se sometan a la idea común y la sirvan. Normalmente, todo sistema soporta la separación de algunos de sus miembros sin peligro para la totalidad. Pero existe un límite y, si éste es superado, el conjunto corre peligro.
Un Estado puede apartar a unos cuantos ciudadanos que no trabajen, que tengan un comportamiento antisocial o que combatan al Estado. Pero, cuando este grupo que no se identifica con los objetivos del Estado crece y alcanza una magnitud determinada, constituye un peligro para el todo y, si llega a conseguir la superioridad, puede poner en peligro la existencia del todo. Desde luego, el Estado tratará durante mucho tiempo de protegerse contra este crecimiento y de defender su propia existencia, pero cuando estos intentos fracasen su caída es segura. La mejor política consiste en atraer a los grupitos de ciudadanos disidentes a los objetivos del bien común, proporcionándoles buenos incentivos. A la larga, la represión violenta o la expulsión casi nunca tienen éxito sino que favorecen el caos. Desde el punto de vista del Estado, las fuerzas opositoras son enemigos peligrosos que no tienen más objetivo que destruir el orden y propagar el caos.
Esta visión es correcta, pero sólo desde este punto de vista. Si preguntáramos a los insurgentes oiríamos otros argumentos no menos correctos, desde su punto de vista. Lo cierto es que ellos no se identifican con los objetivos y conceptos de su Estado sino que propugnan sus propias ideas e intereses que quieren ver realizados. El Estado quiere obediencia y los grupos quieren libertad para realizar sus propias ideas. Se puede comprender a unos y otros, pero no es fácil dar gusto a ambos al mismo tiempo sin hacer sacrificios.
No se trata aquí de desarrollar teorías ni de exponer creencias sociopolíticas sino de describir el proceso del cáncer en otro plano, a fin de ensanchar un poco el ángulo desde el que suele contemplarse. El cáncer no es un hecho aislado que se presenta únicamente bajo las formas así denominadas sino un proceso muy diferenciado e inteligente que debería ocupar a los seres humanos en todos los planos. En casi todas las demás enfermedades sentimos cómo el cuerpo combate, con las medidas adecuadas, una anomalía que amenaza una función. Si lo consigue, hablamos de curación (que puede ser completa o no). Si no lo consigue y sucumbe en el intento, es la muerte.
Pero con el cáncer experimentamos algo totalmente distinto: el cuerpo ve cómo sus células, cada vez en mayor número, alteran su comportamiento y, mediante una activa división, inician un proceso que en sí no conduce a ningún fin y que únicamente encuentra sus límites en el agotamiento del anfitrión (terreno nutricio). La célula cancerosa no es, como por ejemplo los bacilos, los virus o las toxinas, algo que viene de fuera a atacar el organismo sino que es una célula que hasta ahora realizaba su actividad al servicio de su órgano y, por consiguiente, al servicio del organismo en su conjunto, a fin de que éste tuviera las mejores posibilidades de supervivencia. Pero, de pronto, la célula cambia de opinión y deja de identificarse con la comunidad. Empieza a desarrollar objetivos propios y a perseguirlos con ahínco. Da por terminada la actividad al servicio de un órgano determinado y pone por encima de todo la propia multiplicación. Ya no se comporta como miembro de un ser multicelular sino que retrocede a una etapa anterior de vida unicelular. Se da de baja de su asociación celular y con una multiplicación caótica, se extiende rápida e implacablemente, cruzando todas las fronteras morfológicas (infiltración) y estableciendo puestos estratégicos (metástasis). Utiliza la comunidad celular, de la que se ha desprendido, para su propia alimentación. El crecimiento y multiplicación de las células cancerosas es tan rápido que a veces los vasos sanguíneos no dan abasto para alimentarlas. En tal caso, las células cancerosas prescinden de la oxigenación y pasan a la forma de vida más primitiva de la fermentación. La respiración depende de la comunidad (intercambio) mientras que la fermentación puede realizarla cada célula por sí sola.
Esta triunfal proliferación de las células cancerosas termina cuando ha consumido literalmente a la persona a la que ha convertido en su suelo nutricio.
Llega un momento en el que la célula cancerosa sucumbe a los problemas de abastecimiento. Hasta este momento, prospera.
Queda la pregunta de por qué la que fuera excelente célula hace todas estas cosas. Su motivación debería ser fácil de explicar. En su calidad de miembro obediente del individuo multicelular sólo tenía que realizar una actividad prescrita que era útil al multicelular para su supervivencia. Era una de tantas células que tenía que realizar un trabajo poco atractivo «por cuenta ajena». Y lo hizo durante mucho tiempo. Pero, en un momento dado el organismo perdió su atractivo como marco para el propio desarrollo de la célula. Un unicelular es libre e independiente, puede hacer lo que quiera, y con su facultad de multiplicación, puede hacerse inmortal. En su calidad de miembro de un organismo multicelular, la célula era mortal y esclava. ¿Tan raro es que la célula recuerde su libertad de antaño y regrese a la existencia unicelular, a fin de conquistar por sí misma la inmortalidad? Somete a la comunidad a sus propios intereses y, con implacable perseverancia, empieza a labrarse un futuro de libertad.
Es un proceso próspero cuyo defecto no se descubre hasta que ya es tarde, es decir, cuando uno se da cuenta de que el sacrificio del otro y su utilización como tierra nutricia acarrea también la propia muerte. El comportamiento de la célula cancerosa es satisfactorio únicamente mientras vive el casero, su final significa también el fin del desarrollo del cáncer.
Aquí reside el pequeño pero trascendental error en el concepto de la realización de la libertad y la inmortalidad. Uno se retira de la antigua comunidad y no se da cuenta de que la necesita hasta que ya es tarde. Al ser humano no le hace gracia dar su vida por la vida de la célula cancerosa, pero la célula del cuerpo tampoco daba su vida con gusto por el ser humano. La célula cancerosa tiene argumentos tan buenos como los del ser humano, sólo que su punto de vista es otro. Ambos quieren vivir y hacer realidad sus ansias de libertad. Ambos están dispuestos a sacrificar al otro para conseguirlo. En el «ejemplo del Estado» ocurría algo parecido. El Estado quiere vivir y hacer realidad su ideología, un par de disidentes también quieren vivir y hacer realidad sus ideas. En un principio, el Estado trata de eliminar a los disidentes. Si no lo consigue, los revolucionarios sacrifican al Estado. Ninguna de las partes tiene piedad. El individuo extirpa, irradia y envenena las células cancerosas mientras puede, pero si ganan ellas aniquilan al cuerpo. Es el eterno conflicto de la Naturaleza: comer o ser comido.
Nuestra época está caracterizada por la expansión implacable y la persecución de los propios intereses. En la vida política, económica, religiosa y privada, el ser humano trata de extender sus propios objetivos e intereses sin miramientos sobre las fronteras (morfología), establecer puestos estratégicos para favorecer sus intereses (metástasis) y hacer prevalecer exclusivamente sus ideas y objetivos utilizando a todos los demás en beneficio propio (parasitismo).”

Creo que la explicación es harto clara y que las comparaciones también. Intentar ir en contra de la Constitución Nacional para que este Gobierno unicelular (la Presidencia) sea eterno, es idéntico a lo descripto.
Atentar contra la libertad de expresión poniendo medios propios, otorgándoles a ellos toda la propaganda oficial, acometer contra la prensa libre diciendo todo el tiempo que miente (hasta que sale a la luz que lo publicado era cierto) y quitarles de guapo la publicidad de comercios minoristas (supermercados y electrodomésticos) que configuran los ingresos mayoritarios de esos medios es asfixiarlos financieramente para acallarlos. Y expropiar Papel Prensa, como intentarán ahora, es el fin de la prensa gráfica libre. En todo esto, y mucho más, se ve el no respeto a la morfología.
Embestir contra la Justicia (único poder contramayoritario para compensar que el poder político no se extralimite) intentando que sus jueces sean elegidos por el pueblo en las boletas de los partidos políticos y que ello solo puedan concretarlo los partidos que tienen presencia en 18 de los 24 distritos del país (solo el oficialismo cumple el requisito) es convertir a la República en un despotismo. Avanzar, como el cáncer, sobre todo lo que hay para seguir haciendo lo que el unicelular desea y que nadie se le oponga. Eso es metástasis.
Como también lo es intentar pesificar la economía porque quien tiene dólares es un corrupto e imponer un cepo cambiario que ya lleva casi dos años –lo que no permite trabajar a muchos rubros como el inmobiliario, la construcción, el turismo y hasta la industria y el comercio que ven cómo se cierran las filiales de compañías del exterior por no poder girar sus dividendos- y ahora intentar quedarse con los dólares que están en el exterior de evasores argentinos sin decir nada y olvidándose de lo antipatriota de tener dólares y que es corrupto tener dinero en negro, además de una contradicción es muestra de la falta de abastecimiento que el Gobierno está teniendo. Ya se consumieron múltiples cajas (AFJP, Anses, las reservas del B.C.R.A., la expropiación de YPF, Aerolíneas, AySA y hasta Ciccone), muestras más que evidentes del agotamiento de los recursos (desabastecimiento). Y siguen los ejemplos, como la Aduana cerrada, el desabastecimiento energético, etc. etc.…

Como dice el libro, la falta de estrategia del cáncer es que en su afán de “comer” termina matando al anfitrión que lo aloja. Lo mismo va a pasar con el “vamos por todo”, que va a acabar con lo que queda de nuestro pobre país. ¿Vos qué opinás…?