18263


Entrar en sociedad no es cosa fácil. Claro, hoy menos que menos. Con tanto matapulga, las últimas generaciones no tienen verdadero conocimiento de lo que son. ¿De qué pulgas me habla?, pensará más de un joven lector…
Por supuesto, no cabe ninguna duda de que, si las sociedades ya de por sí se han transformado en piezas de museo, hablar de una de ellas por términos prolongados (digamos, 18263 días) es algo ya imposible de alcanzar.
Pero, por suerte, el mundo no comenzó ayer. Ni anteayer. Y, antaño, los objetivos podían ser comunes; los sueños y los esfuerzos, también. Y los sentimientos, duraderos. Una química inquebrantable que ha logrado, por ejemplo, memorables duplas en el espectáculo (Laurel & Hardy, Abott & Costello, Ginger Rogers y Fred Astaire, Olmedo y Porcel) que quedaron en el recuerdo popular y que solo irán agonizando a medida que vayan desapareciendo quienes de ellos pudieron disfrutar.
No obstante, tampoco se trata de homenajear simplemente la prolongación en el tiempo, sino también la calidad de esas sociedades que lograron atravesar los tiempos y las épocas. Adaptándose a las nuevas formas, entendiendo las nuevas reglas, resignándose a los nuevos códigos, acostumbrándose a las nuevas educaciones, sorteando las nuevas tentaciones, olvidando algunos viejos aprendizajes, reaprendiendo algunos conceptos equivocados, tomando lo bueno de lo nuevo y desechando lo malo de lo viejo. Pero juntos. Siempre juntos.
Es raro conocer a alguna de esas sociedades, porque ya no quedan. Es muy raro, porque en nuestros tiempos parece que nadie pudiera formar una de ellas.
Yo conozco una. Que atravesó buenas (pocas), malas (pocas también) y regulares (la mayoría). Que se tropezó, se levantó, se cayó y se volvió a levantar. Pero siempre caminó. Que sembró mucho y hoy puede cosechar. Que plantó cuatro semillas y tres le germinaron. Y después cinco más. Que transformó a su amor en su descendencia y a su descendencia en su amor. Que cortó muchos almanaques, lavó muchos pañales, firmó muchos boletines, planchó muchos guardapolvos, se enojó muchas veces y se divirtió muchas más. Que trabajó muchas horas extras, visitó muchas veces al médico, gritó muchos goles y rezó muchos Padrenuestros. Que luchó muchas batallas y perdió algunas importantes. Pero que hoy, con hidalguía, puede pasear su trayectoria por los suelos más lejanos.
Hoy nos invade el orgullo. Y la esperanza. Hoy, los Figueroa estamos de fiesta. Y es merecida.
¡Felices Bodas de Oro, viejos! ¡Feliz viaje! ¡Que sean muy felices! Tanto como lo soñaron hace 18263 días…