Mandamientos y prioridades


Hace 27 años (uf!), cumplía con el servicio militar obligatorio. A lo largo de cincuenta interminables días, realice el período de instrucción en un batallón de Campo de Mayo, en plena guerra de Malvinas. Tiempo suficiente para aprender orden cerrado (el “ceremonial y protocolo” militar), manejo de armas de fuego –lo que quedaba de ellas, en realidad-, los grados en el Ejército, prácticas militares diversas (incluidos el cuidado de las pertenencias, la manera de acampar, la orientación sin instrumentos, etc.) y hasta cómo odiar o hacerse odiado –algo que verdaderamente no sabía hasta ese momento-. Bueno, esto último no me lo enseñaron por cierto, pero lo aprendí solito…
Sin embargo, de todo ese “programa docente”, lo que más me pegó fueron las enseñanzas del capellán (sacerdote militar, más de lo segundo que de lo primero). Este muchacho, muy consustanciado con la doctrina del momento, logró patear el tablero de mis creencias cristianas vivientes en mí desde el catecismo y la confirmación. Según este “clérigo”, los mandamientos no eran verdades absolutas sino más bien relativas. Es decir, siempre hay prioridades que ameritan dejar de lado un mandamiento en pos de un bien mayor, por ejemplo: “No matarás”, siempre y cuando no llegues a tu casa y se estén violando a tu hermana (sic). “No robarás”, a no ser que tu hijo tenga hambre y estés en la puerta de un palacio donde dan un banquete. Una teoría que encajaba perfectamente en el pensamiento de la época, que justificaba los medios en pos de los fines…
Aquella relatividad nunca dejó del todo de dar vueltas en mi cabeza. Porque tenía mucho de malo el entorno de dónde venía, lo cual era prácticamente condenatorio. La persecución y muerte que arrasó con miles de personas en aquel período estaban basadas precisamente en una lógica que establecía qué males eran más malos y qué se debía hacer al respecto, violando cualquier norma establecida (legal, moral o religiosa). Sin embargo, no deja de tener mucha sensatez el hecho de dar prioridad a las cosas. Y los mandamientos o prácticas cristianas (o religiosas en general, seguramente) no escapan a ello. Ahí es donde sobreviene la disyuntiva: ¿está bien o está mal ese orden de prioridades? ¿deben ser absolutos o relativos los mandamientos de la Iglesia –o hasta los de la Educación, los de las leyes o los que fueran-?
Y aunque parezca un tema menor o atemporal, creo que tiene absoluta importancia y vigencia. Hoy, la inseguridad convierte en “justiciero” (¡qué término para alguien que asesina a una persona, aunque sea delincuente!) a todo aquel que puede salvar a su familia o a él mismo de un robo, una vejación o hasta de la muerte. Y no creo que nadie condene el hecho de defenderse de una agresión que uno ni siquiera conoce qué fin va a tener (antes era más certero que quien robaba no pasaba de ello, pero hoy ese límite no existe más y, ante la duda…). Ni hablar de tantos otros casos, de menor importancia ergo, que también supeditan códigos establecidos en pos de beneficios superiores, porque “el sentido común así lo indica”.
Quizás exista un mix que apunte más a la verdad que la rigidez de lo absoluto o la vaguedad de lo relativo. Aunque eso ya deja de ser absoluto. Lo cierto es que salir de lo absoluto también tiene su riesgo, y ya lo hemos vivido, ciertamente.
Creo que la duda me acompañará mucho tiempo más, a pesar de que llevo más de la mitad de mi vida sin resolverla. Los dogmas del capellán (quizás ya fallecido) todavía siguen siendo cuestionados en mi cabeza, aunque nunca pude condenarlos del todo. Quizás las épocas cambiaron y hoy, aunque parezca que no, la sociedad toda esté más cerca que alejada de aquellas cuestionables teorías del sacerdote militar. Y me queda otra duda: ¿Vos qué opinás…?

3 comentarios:

GABU dijo...

A pesar de que uno tenga ya cierta formaciòn en la vida,a veces pienso en còmo nos quedan internalizadas en la mente todas aquellas aberraciones que nos dicen...

P.D.:Por cierto me pregunto si esa gente alguna vez pudo conciliar el sueño...


BESITOP ALITO Y ESPERO QUE ESTES MUY BIEN ;)

Ana María dijo...

Querido Alejandro:seguimos planteando el hecho de que "el fin justifica los medios" según decia el capellan ycreo que ese es un problema de dicho capellan;pero otra cosa muy diferente es llamar justiciero alguien que se está defendiendo más cuando a ese pobre tipo no solo no lo defiende la ley sino que tampoco lo tienen en cuenta los "Derechos Humanos" que tanto defienden a los delincuentes. En fin por lo menos así lo veo yo.(Te podría dar muchos ejemplos en los que la ley en la Argentina le dan la razón al capellan pero no vale la pena.) Segui adelante.

Botija dijo...

Ale: Nuestra sociedad tiene toda las reglas sociales desacomodas, creo que alguien se encargò de hacerlo para poder cumplir fines NON SANTOS. Es necesario que cada uno desde su lugar haga lo propio para volver a acomodarnos, es como organizar la sociedad de nuevo, es muy facil solo hay que ocuparse de algunas tonterias como : EDUCACIÔN,JUSTICIA,SALUD y TRABAJO, todo lo demas viene solo.
CHAU, CHAU BOTIJA