Deudas pendientes


Decía Winston Churchill que “la Democracia es el peor de los sistemas de gobierno, excepto todos los demás”. Y si bien para algunos aquello fue solo una humorada, bien podríamos haberlo hecho ciudadano argentino al hombre, porque en pocos lugares esto debe notarse tanto como en nuestro querido país. Desde la instauración de los sistemas de gobierno republicanos hasta el momento, el actual período democrático –que hoy cumple escasos veinticinco años- es el más largo de la historia de esta tierra. Y seguramente, el que más costó y el que más permitió aprender de las bondades del sistema, en comparación con cualquier otro.
Sin embargo, a la luz de los hechos, no creo convertirme en un “golpista” o en un “facho” si cuestiono las metas alcanzadas por este (el mejor, eso no lo dudo) sistema de gobierno.
En los albores del período, escuchábamos a Raúl Alfonsín recitando el Preámbulo de nuestra Constitución Nacional y asegurando que con la Democracia se comía, se curaba y se educaba. Quizás una verdadera expresión de deseos de un demócrata como lo fue el chascomusense, pero ¿resultó así la fórmula?
No es muy ameno hablar de estadísticas, pero cualquiera que consultemos, casi con seguridad va a mostrar índices no gratos, con tendencias que vienen cayendo en cuanto a calidad de vida se refieran. Sea de Educación, de Salud o de nutrición... Ni hablar de Seguridad (quizás el peor flagelo que nos acecha hoy por hoy, pues no hace distinciones de ningún tipo: le toca a cualquiera). O de drogadicción. O de corrupción. O de accidentes de tránsito. O de contaminación ambiental. O de energía. O de soberanía. O...
Es difícil ser cruel con la democracia, porque sigue siendo el mejor de los sistemas. Sin embargo, los argentinos parece que no sabemos bien cómo usarla, cómo valernos de ella para vivir mejor, para hacer Patria, para defender lo de uno. Para vivir en armonía, para salvarnos todos y no unos pocos, para crecer como personas y como país. Para seguir produciendo grandes científicos que después de formarse acá también se queden a trabajar. Para lograr “quedarnos” con todos nuestros talentos. Para volver a aquella mítica “Industria Argentina”, sin olvidarnos que somos campo. Para lograr un verdadero sentimiento nacionalista, a lo “brasileño”, si se quiere. Para formar una Patria Grande en serio con los vecinos, nuestros países más cercanos y parecidos. Para evitar que nos sigan saqueando de las múltiples formas en que lo hacen los imperialismos.
Siempre creí que gobernar es crear entornos. Tan simple y tan complicado como eso: crear entornos. Que permitan a la gente tener trabajo, estudiar y acceder a las necesidades y los amparos que corresponden. Que permitan a los sectores productivos generar riqueza y trabajo. Que permitan a la ciudadanía expresarse, agruparse y comprometerse. Que desarrollen la cultura y el deporte. Entornos que impliquen que el lugar gobernado es un sitio digno para vivir, crecer, progresar, proyectar, sin preocuparse por futuros inciertos, por posibles epidemias o contaminaciones, por temor a las balas, por miedo a la censura, la extorsión o la persecución (de todo tipo). Un lugar que permita ser vivido...
A veinticinco años de aquel 1983 en que todo el Pueblo celebraba la llegada de la Democracia, quedan deudas pendientes que en algún momento habrá que ir empezando a saldar. Decía Mitre: “Las heridas de libertad se curan con la libertad”. Hagámoslo de esa forma, pero empecemos de una buena vez... ¿Vos qué opinás...?