Lo inconcebible




Rabindranath Tagore creía que "Cada criatura, al nacer, nos trae el mensaje de que Dios todavía no pierde la esperanza en los hombres." Pero parece que "la civilizaciòn" aún no pudo hacer lo posible para que al menos los niños no sufran.

Seguramente, desde ahora, muchos niños llevarán tu hermoso nombre, Aylan, en un homenaje que tratará de exculparnos de tu horrible pèrdida.

Que en paz descanses, este lugar no era para vos Aylan. Ojalá puedas perdonarnos...

#NI UNA MENOS


Dice una vieja canción de James Brown:

"Este es un mundo de hombres, este es un mundo de hombres
Pero no sería nada, nada sin una mujer o una niña

Usted ve, el hombre hizo que los automóviles nos lleven por el camino
El hombre hizo los trenes que transportan cargas pesadas
El hombre hizo la luz eléctrica para sacarnos de la oscuridad
El hombre hizo el barco para el agua, al igual que Noé hizo el arca

Se trata de un hombre, un hombre, un mundo de hombres
Pero no sería nada, nada sin una mujer o una niña

El hombre piensa en un pequeño bebé, niñas y niños a un bebé
El hombre los hace felices porque el hombre hace los juguetes
Y después el hombre ha hecho todo, todo lo que puede
¿Sabe usted que el hombre hace el dinero para comprar a otro hombre?

Este es un mundo de hombres
Pero no sería nada, nada sin una mujer o una niña

Él ha perdido en la selva
Ha perdido en la amargura
Ha perdido, perdido en algún lugar de esto, en la soledad."

Aquí la interpretación maestra de Seal: 

 


El miércoles 3 de junio a las 17, familiares de víctimas de la violencia de género y personalidades de diferentes ambientes convocan a una marcha al Congreso de la Nación, en repudio a los femicidios que se reiteran día tras día en la Argentina. Dicha convocatoria es difundida en la red social Twitter con el hashtag #NiUnaMenos. Este blog se suma a ella, en el pensamiento de que no hay nada que merezca este encubierto y lento genocidio. Y en coincidencia con James Brown, creo que “nada sería sin una mujer”. ¿Vos qué opinás…?

Un momento de meditación


Hace años, cuando terminaba la programación de los canales, un microprograma conducido por un sacerdote hacía unas reflexiones religiosas y espirituales como fin del día e invitaba a un buen descanso para empezar bien la jornada por la mañana.

Ese “momento de meditación”, que así se llamaba, intentaba ser un instante de relax, de sosiego, de invitación al silencio y a la introspección evaluando el día que terminaba. No estaba mal, para nada, más allá de que agnósticos o ateos no comulguen con las ideas que pueda comunicar un cura católico…

Esta nota es la primera que escribo en cinco meses. Y más allá de mis actividades que han aumentado porque mi rehabilitación así lo requirió, además de mis menesteres laborales, fue decisión propia hacer un paréntesis, una pausa. Un momento de meditación. En aquel mes de setiembre empecé a notar que las palabras nos estaban haciendo mal a los argentinos. A mí, que amo el idioma desde que soy chiquito y que, con solo cuatro años, le leía a mi abuela lo que había escrito ese día mi abuelo en el diario “La Nación” (mientras a la nona le corría algún lagrimón al ver a su pequeño nieto hacer lo que parecía una “hazaña” para una trabajadora e inmigrante como era, que tanto había peleado por sacar adelante a su familia, como casi todos los de su generación). A mí, que desde aquellos tiempos siempre me gustó expresarme por este medio, el idioma (hubiera estado bueno ser pintor o músico también ¿por qué no?), en setiembre me comenzó a “hacer ruido” precisamente mi idioma. Empezó a parecerme que el Castellano que hablamos en la Argentina ya no tiene posibilidades de comunicarnos. Ni más ni menos que eso. Que por más vocabulario que tenga, ese castellano nos estaba desuniendo, distanciando. ¿Para qué otra cosa puede servir un idioma si no es para comunicarnos, lo que significa entendernos, acercarnos, educar, debatir ideas y proyectos, planificar el futuro, en definitiva: expresar nuestras ideas para tratar de consensuarlas?

No. En la Argentina eso ya no nos pasa. Hoy usamos las palabras para agredirnos, para menospreciarnos, para insultarnos, para prevalecer en las ideas sin dejar espacio al otro para expresarse. Sí, hasta para pelearnos, aún entre los miembros familiares. Años han manoseado el idioma desde los niveles dirigenciales usándolo para vilipendiar, difamar, denigrar, ocultar, tergiversar, mentir, que ello ha terminado por hacer mella en el uso general de la comunicación como forma más de agresión que de empatía, más de alejamiento que de acercamiento, más de desentendimiento que de concertación.

Y me duele, ¿cómo no me va a doler? Alguien que ama escribir y expresarse de esa forma no puede más que quedar atónito ante lo que ve: que el lenguaje separa más de lo que une.

Lógico, alguien dirá que “no es el idioma sino los pensamientos opuestos lo que nos aleja”, pero en verdad la manera de hacer “ver” nuestros pensamientos es manejar las palabras, solo eso: elegir y manejar las palabras. Por eso creo que es nuestro castellano el que ha sufrido tanto que ya casi no nos comunica: quien quiere escuchar una cosa no quiere escuchar la otra, y del otro lado pasa lo mismo. No hay ligazón, porque ninguna de las partes la quiere. Todo está dividido y en esa división el idioma ganó en palabras cargadas de agresión, de rencor, de intolerancia, de segregación y discriminación, de todo aquello que significa “desunión”, lo opuesto a lo que apunta un lenguaje.

Me pareció entonces que hay momentos en la vida en que es mejor no decir nada. Simplemente, porque nada aporta. Lo que digas lo tomarán quienes piensan como tú, y los demás lo tomarán en su contra. No hay contacto, con lo cual ¿para qué hablarle solamente al que piensa como uno? Siempre pretendí debatir ideas desde este rinconcito, pero eso ya no es posible. No lo logran los medios (que tienen su posición e intereses, lógicamente), no lo logran los políticos, que también llegan solo a sus parcialidades, no lo logra la Justicia, no lo logra la gente común, que pelea en cualquier reunión…

Así, pensé en mis momentos de meditación, esos que me permito por la noche, antes de descansar. La meditación me ha ayudado mucho en mi recuperación, y aunque debiera practicarla al menos dos veces al día, las ocupaciones solo me permiten hacerlo antes de dejar la vigilia y entregarme al descanso. En ella, solo existe silencio. Un silencio profundo y reparador. Un silencio que cura, que perdona, que busca la verdad. Un silencio que distiende, que alivia, que es un bálsamo ante las vicisitudes que nos tocan. Quienes la practican saben de lo que hablo, y si no lo hace Ud., lo invito a intentarlo, es muy beneficioso. Lamento que mi querido idioma haya sufrido tanta degradación, al punto de querer dejarlo de lado un tiempo porque siento que no puede cumplir su función. Mientras tanto, ojalá la sociedad toda practique la meditación y, quizás, en el más profundo silencio, empecemos a entendernos de nuevo. ¿Vos qué opinás…?

¿La discapacidad puede salvar al mundo?


Es difícil tener real conciencia de cómo vive un preso, si uno no lo es (o lo fue), qué le pasa a quien fue abandonado por su familia si uno no pasó por ello, qué siente quien se entera de que tiene una enfermedad incurable si –por suerte- tampoco le ocurrió. O quien perdió un hijo. Quien fue violado o maltratado. O tantas otras circunstancias a las que estamos expuestos en la vida y que, mientras pasan al lado, solo nos causan cierta piedad, compasión, o hasta ganas de ser más dispuestos y ayudar a quien transita por una situación como éstas.

Como muchos de mis seguidores saben, a mí me tocó de cerca la muerte –que Dios quiso hacer pasar de largo- y quedar discapacitado para poder movilizarme solo, porque mi cerebelo quedo afectado por una hipoxia de la cual vengo tratando de restablecerme desde hace más de cuatro años, algo que gradualmente voy logrando, con mucho esfuerzo.

Pero no es a mi caso que quiero referirme, sino a lo que uno aprende en ciertas situaciones de adversidad que la vida le pone por delante. Para ello son, después de todo. Y el hombre, cuanto menos puede, parece que más fuerzas, paciencia, ideas y trabajo pone para que lo imposible se convierta en realidad (si no, pregúntenselo a los japoneses…).

En las discapacidades, uno trata de “correr los límites” que ella le impuso. Cada día tratamos de llegar un poquito más lejos en lo que podemos hacer, y ponemos empeño y esfuerzo en el tratamiento, que –a veces más rápido, a veces menos- va achicando los impedimentos y permitiendo que se alcancen maniobras que antes eran imposibles.

Para que ello pase, no es cuestión de trabajar tanto con el cerebro. Si bien es cierto que trabajar la parte intelectual mejora las redes neuronales y todo ello siempre es una ayuda más en la recuperación, en verdad el ir logrando recobrar capacidades perdidas se alcanza trabajando desde el mismo lugar que quedó en problemas. Es decir, si mi mano derecha no me responde, el tratamiento no se hará en mi cerebro, en mi cabeza, en mi intelecto, sino en una dinámica de ejercitación desde el mismo lugar afectado: la mano derecha. La repetición del trabajo que esa mano ya no puede hacer sola y que le ayudamos con el tratamiento a que vuelva a hacerla, va siendo adquirida por el cerebro, que va “entendiendo” el problema y asumiendo, día a día y con mucha paciencia, la tarea que se está tratando que la mano realice. En síntesis, no es el cerebro desde donde se “arregla” la mano, sino desde la mano…

Esto que comento, ya sabido, apareció de pronto en mi cabeza como una forma de lograr empezar a mejorar el mundo. A la vista está (y en este momento, más que en las últimas décadas) que los grandes cerebros (líderes) del mundo, poco pueden –o quieren- hacer para que este planeta sea un lugar más habitable de lo que es. En el último siglo se han alcanzado innumerables ventajas y alcances tecnológicos, médicos y de otras índoles, pero los problemas políticos, económicos y sociales van quedando en desventaja frente a aquellos adelantos mencionados, y en muchos rincones del planeta cada vez se vive peor: guerra, hambre, terrorismos, persecuciones religiosas, intentos secesionistas en muchos países, desastres ecológicos y más problemas sin soluciones a la vista (el mismo Obama, por ejemplo, reconoció en la Cumbre sobre Ecología que lo que hoy en día se puede hacer en ese aspecto para frenar el deterioro provocado ya es tan poco que no alcanzará a revertir la situación).

A la vista de las dificultades expuestas, es indudable la incapacidad de los actuales líderes del mundo para combatir tantos flagelos que azotan a la humanidad, y me pregunto: ¿será hora de que dejemos de tratar de arreglar las “discapacidades” del planeta desde el cerebro y empecemos a tratar de corregir las anomalías desde las bases? ¿No será hora de que, como dijo Francisco, comencemos a “hacer lío” (léase “ocuparse de lo que los líderes no pueden resolver”) en menor medida pero en grandes cantidades, las ONGs, las instituciones intermedias y la ciudadanía organizada? Cierto es que los gobiernos van a interceder siempre y la ley los ampara en ello, pero no menos cierto es que desde el cerebro no se arregla la discapacidad y desde los gobiernos no se arreglan los problemas. Solo es una analogía, una reflexión para meditar, a partir de lo que, a mí como a tantas personas, nos aqueja, que es la discapacidad. ¿Podrá entenderse alguna vez que los problemas deben resolverse no tanto desde el cerebro sino desde los sectores afectados? Desde mi amada ONG en la que participo, todos los días se le cambia la vida a alguien, y cambiarle la vida a esa persona es también cambiar el mundo. Porque para esa persona, el mundo cambió desde que se lo asistió y pudo tener lo que necesitaba (una silla de ruedas, una operación de cataratas, un perro lazarillo, una capacitación, un rato de compañía). Cambiar el mundo de a poquito y desde el lugar afectado, quizás, sea la verdadera forma de lograr el gran cambio. ¿Vos qué opinás...?

"GRACIAS... TOTALES"

Dios siempre es generoso. Gustavo y su música forman parte de nuestra vida, y nunca se desprenderán de nosotros.
Descansa en Paz, Gustavo. Seguirás vivo en tu música y en nuestras almas.

¿Podrá sobrevivir Occidente sin una mediata Guerra Mundial?


En marketing es habitual trabajar con “escenarios”, práctica que intenta plantearse situaciones de mercado aún no sucedidas y trabajarlas en equipo con la tranquilidad que da el hecho de hacerlo sin la urgencia del asunto consumado. Así fue como Shell aplicó desde 1973 una solución al posible problema (finalmente hecho realidad) de una reducción de la producción de petróleo de los países de la OPEP. Eso le permitió a esta empresa gigantesca tomar a tiempo las medidas necesarias para atacar el sobresalto, pudiendo resolver en un año lo que a otras compañías les llevó nada menos que ocho. El denominado “marketing de escenarios” aplicado por la empresa fue todo un éxito.
Es interesante trabajar mentalmente con situaciones posibles, meditándolas antes de que éstas sucedan. Es lo que intento en esta nota, proyectando datos que me llevan a escenarios posibles de darse o no, por supuesto, pero que al menos ponen sobre la mesa un cuadro de situación futuro que, en mi mirada, tiene visos de producirse. Solo que en este caso no se trata de un mero tema económico sino geopolítico, es decir, con muchos más ingredientes que la Economía solamente (seguramente no habrá soluciones personales que podamos aportar al respecto, pero el ejercicio lo intentaré de todos modos).

Hay ya indicios insoslayables que marcan un corrimiento del eje económico del mundo hacia Oriente –aunque no todos los analistas coinciden con el tema, cada cual tiene sus intereses por los medios en que trabaja o los libros que pretende vender, el cual no es mi caso por lo que me siento más libre para la observación (tampoco me considero un analista, solo un simple observador)-. La decadencia de Occidente es evidente, tanto en el caso de Europa, que se dirime en el debate de volver a las monedas nacionales saliendo del Euro, cerrar las fronteras a los inmigrantes y poner en práctica medidas nacionalistas, xenófobas y de salida de la Unión Europea, que –desde ya- no podrá seguir adelante con la misma velocidad con sus medidas desde Bruselas como hasta ahora, si es que puede seguir adelante… La desindustrialización ha causado estragos en los países del continente (España a la cabeza, Portugal, Francia, Italia, por nombrar algunos), naciones que han visto desmantelar medianas y grandes empresas para llevarlas a lugares de producción más convenientes económicamente, provocando la consiguiente desocupación, subocupación y caída en los índices a lo largo de las últimas décadas (para ver el descontento en estos países, solo basta revisar las últimas elecciones en Francia y Reino Unido que multiplicaron los escaños de partidos de derecha y nacionalistas de manera más que importante). Quien quiera leer las precisiones que sobre el tema hace Mario Vargas Llosa, puede leerlas en esta nota de “La Nación”. Hoy Europa se encuentra “For Sale” y los chinos aprovechan para salir de compras a hacerse de lo que puedan.

Los Estados Unidos no la llevan mucho mejor. La administración Obama tiene por delante dos años y medio más para tratar de levantar una caída de la prosperidad del imperio que ya ha mostrado índices más que preocupantes de pobreza, de “homeless”, de desindustrialización y caída del empleo. De hecho, Walmart es la empresa que más empleados tiene registrados, con negocios que venden mercaderías producidas en China. Ciudades como Detroit y hasta la misma Nueva York están al borde de la quiebra, luego de haber sido durante décadas muestras del “American Dream”.
Sin embargo, el capitalismo parece haber caído en su propia trampa: maximizar el valor todo lo que se pueda. Eso no respetó nacionalismos y tras la caída del muro de Berlín, las empresas que producían en EE.UU. comenzaron a llevar sus plantas a China fundamentalmente, con el objetivo de bajar sus costos operativos (debido a la mano de obra barata oriental) para ganar más dinero, y eso conllevó la decadencia de la industria del imperio, millones de puestos de trabajos perdidos, degradación en el estándar de vida americano, disminución incluso de la calidad de la Educación y, por consiguiente, la necesaria importación de materia gris para seguir manteniendo en lo alto a las empresas que todavía marcan tendencia y que se asientan en aquella nación (por el momento).
Quien quiera revisar de cerca la situación de EE.UU. (que durante el primer trimestre del año retrocedió 0,5% su PBI) puede ver este informe.
En verdad, la única industria que sigue siendo fructífera en el país del norte es la armamentista, que está sobre todo en manos de los popes del Partido Republicano, seguros ocupantes de la Casa Blanca a partir de 2017 (cabe destacar que desde el fin de la Segunda Guerra, Estados Unidos ha participado directa o indirectamente en 201 de los 248 conflictos armados que se sucedieron, todo un indicio).

Mientras tanto, del otro lado del mundo, Rusia y su Presidente Putin han anexado Crimea a su territorio, lo que ha generado el repudio y sanciones económicas desde Europa y EE.UU. que su inescrupuloso (pero con un altísimo coeficiente intelectual) gobernante supo aprovechar seguramente más de lo que sus opositores creían. Esto también es motivo de discusión, según la posición del opinante de turno, pero a mi parecer, Putin salió fortalecido con la anexión de Crimea y el episodio Ucrania (aún en litigio) que lo muestra al funcionario más como un exhibidor de su poderío que como un urgente pretencioso de invadir más territorios ya. En lo económico, y a pesar de las sanciones impuestas, Rusia creció en el primer trimestre del año un 1%.
Pero reaccionario como es, Putin viajo a Beijing y firmó casi cincuenta tratados de cooperación económica y militar, entre ellos el de la venta de gas a China (solo u$s 30,- más barato que a los países centroeuropeos pero con un recorrido mucho más corto, lo que lo hace más rentable, y a un plazo de 30 años) que Europa le puso como restricción en sus ventas y que puede volvérsele en contra al Viejo Continente ferozmente si Putin cierra la llave del gasoducto que lleva energía a aquella zona, sobre todo en el invierno…
La integración de Rusia al grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), un conjunto de países en desarrollo pero ya poderosos, y la política de alianzas por fuera del grupo que el dictador viene llevando a cabo, puede posicionar a su país como una amenaza más que importante para un mundo occidental en declive. Es más: desde mi punto de vista hay un último jugador que aún no está en la mira de ninguna unión (ni en ninguna predicción hasta ahora, es solo un pálpito mío) pero que es amigo de China y digno de temer: Corea del Norte. Un eje Rusia-China-Corea del Norte pondría al mundo en vilo realmente y la tensión llegaría a lo más alto, sin dudas (en verdad China no lleva adelante políticas invasivas militares sino comerciales, pero las negociaciones entre líderes sin muchos escrúpulos uno nunca saben adónde pueden llevar). Imaginando escenarios mediatos (a tres o cuatro años), veo a un “dictador democrático” como Putin que seguramente será reelegido y tendrá mandato hasta 2020, con ansias de rehacer la desarmada Unión Soviética, con aliados poderosos y un potencial asociado peligroso (anti-yanqui total). Con recursos para ir a una guerra y pretensiones que ni siquiera conocemos sus alcances. Y una administración republicana a partir de 2017 en la Casa Blanca que heredará un país en franco declive y una Europa empobrecida que queda a expensas de cualquier enemigo. No sería extraño que el nuevo gobierno estadounidense vuelva –una vez más- a recurrir a las armas (aunque las venda en cuenta corriente a cobrar en un salvataje tipo Nuevo Plan Marshall) de modo de salvar su economía, proteger a sus países amigos europeos y limitar las ansias expansionistas de un nuevo pretendiente de emperador. Una historia que volvería a repetirse, con situaciones diferentes y protagonistas distintos, pero bastantes similares… ¿Vos qué opinás…?