El espectáculo está en las gradas


De adolescente solía ir a La Bombonera a seguir a aquel famoso equipo del Toto Lorenzo que tantas alegrías nos dio a los hinchas de Boca. Era socio, y no había domingo en que no estuviera en la tribuna cuando éramos locales.
En aquel tiempo, la gente presenciaba el espectáculo y además alentaba al equipo, saludaba a cada jugador con un cantito en particular y cantaba el “Vals de Boca” con una coreografía conmovedora que alcanzaba a todo el estadio. Mientras el partido transcurría, los hinchas disfrutábamos del espectáculo deportivo mientras "la Doce” –en aquel entonces era solo la barra principal, con bombos, banderas y cánticos permanentes, pero nada más- amenizaba la tarde con su arenga. La descripción hasta aquí parece similar a la actual. Pero la diferencia está en las prioridades: hoy el espectáculo deportivo ha pasado a un segundo plano y la tribuna ocupa el lugar principal del evento. “Aguantar los trapos”, como se dice, ha pasado a ser el principal espectáculo, mientras el partido es solo el convocante para que la gente disfrute de sus cantos y sus ritos.

En aquel entonces, si la cosa se ponía “anormal” (a Boca le convertían un gol que lo dejaba abajo temporalmente en el marcador), los jugadores mutaban en verdaderos perros de presa que corrían cada pelota como si fuera el último instante de la final de la Copa del Mundo. La hinchada –toda, toda- acompañaba enfurecida y el estadio se convertía en una verdadera caldera que hacía que, en no demasiados minutos, el resultado volviera a la “normalidad” y hasta a dar vuelta el partido también. La hinchada reaccionaba a la par del equipo y todos se convertían en verdaderos leones que “apichonaban” a los visitantes que, si eran muy guapos, podían resistirlo y ganar el partido.
Aquella descripción sí dista de lo que se ve hoy, en los que la hinchada grita de la misma manera durante todo el partido –pase lo que pase dentro del campo de juego- y los jugadores parecen no conocer el resultado pues durante todo el encuentro corren al mismo ritmo sin demostrar, al menos, querer revertir una mala actuación o un resultado que viene adverso. Hay fervor en las gradas, hay poco entusiasmo en el campo de juego. La prioridad ya no es el partido, es la tribuna. La monotonía parece ganar espacio en esta nueva pintura, donde no hay grandes matices. Y eso se puede ver en todos los partidos y canchas…

Sin embargo, lo antedicho no es solo exclusivo del fútbol sino de otras grandes fiestas populares, como los recitales de rock. No cabe duda de que invariablemente el público de estos espectáculos interactuó con el grupo o solista en cuestión, pero siempre el “principal” era el espectáculo. Hoy eso también ha variado: quien convoca es importante, por supuesto, pero la fiesta que genera la gente es significativamente prioridad. Las redes sociales ayudan en gran parte a alimentar ciertas liturgias propias de cada grupo de seguidores, los cuales acuden al espectáculo a hacer su propia fiesta, más allá de que quien está en el escenario haya sido el movilizador de la cuestión. Lo importante es estar, cantar, bailar, tomar, fumar, hacer grupo, divertirse, etc., etc. El artista queda en segundo plano.
En el último recital del Indio Solari en la provincia de Mendoza, se vivió una vez más la “misa india” (heredera de la “misa ricotera”, del tiempo en que Solari integraba la banda “Patricio Rey y sus redonditos de ricota”). Los fans llegaron desde todo el país, inundaron la ciudad de San Martín –no quedó hotel o camping con alojamiento disponible- y durante días acamparon a la espera del show, que terminó albergando unas 120 mil personas en el autódromo local, en lo que fue la máxima convocatoria de un rockero en la Argentina. El Indio hace uno o dos recitales al año y la gente desespera por estar ahí. ¿Es solo por escuchar a Solari? No. A decir por los periodistas y por espectadores que estuvieron allí, el Indio desafinó toda la noche (es cierto que hacía frío y por momentos llovía), el sonido fue muy malo, pero el “pogo más grande del mundo” de su tema Jijiji nadie quiere perdérselo. Aunque siga desafinando, los fans van a acompañarlo al lugar del país que sea (sobre fin de año irá a Salta) porque la previa del show –de varios días- y la locura de formar parte de ese montón de gente que tiene el privilegio de estar allí así lo marcan y lo van a seguir marcando. El Indio convoca, pero el rito y la “misa india” es más importante que Solari mismo (creo que si la noche del recital, el Indio se engripaba y ocupaba su lugar cualquier otro rockero para cantar, la fiesta iba a ser casi la misma…). Alguno podrá alegar que exagero, y puede ser que tenga algo de razón. Pero el fondo de lo que trato de explicar es la metamorfosis que han sufrido en estas décadas las masas, que hoy se han puesto en primer lugar por sobre aquello mismo que las convoca. La prioridad no es más el partido o el recital. Hoy, el espectáculo está en las gradas. ¿Vos qué opinás…?