50 muertos y un monumento



Se llamaba Lucas Menghini Rey, tenía 20 años y un hijo de 4 y desde hoy, 24 de febrero de 2012, pasará a engrosar la lista de los monumentos a la corrupción, la ineficiencia, la falta de escrúpulos, los negociados, los funcionarios ineptos, mentirosos y descarados, los gobiernos que atacan deliberadamente a su pueblo (el mismo que los eligió en su momento) no tomando las medidas que lleven a la comunidad calidad de vida, seguridad, trabajo, educación, acceso libre a la información y todo lo necesario para vivir decorosamente, como se vive en muchos países.
El terrible accidente de tren de Once, que a la luz de las declaraciones de los implicados en el diario manejo de las obsoletas unidades del servicio era un episodio que más temprano que tarde iba a suceder, provocó la pérdida instantánea de 50 vidas, todos trabajadores que utilizaban ese medio para desplazarse a trabajar en la Ciudad de Buenos Aires; y de 700 heridos, muchos de los cuales quedarán seguramente discapacitados o con problemas físicos que deberán arrastrar por el resto de sus vidas...
Pero como si todo eso fuera poco, faltaba Lucas. Casi tres días se lo buscó de manera intensa (por la gente, no por las instituciones que deberían haberlo hecho) y finalmente el padre –técnico de televisión de Canal 7 porteño- pidió revisar las cintas de video de las estaciones por donde pasó el tren y con su ojo avezado descubrió que su hijo había subido en la estación de Padua en la cabina para el motorman del cuarto vagón. Desde allí, la búsqueda se reinició nuevamente (ahora con perros, antes no) hasta que se encontró al muchacho muerto en ese lugar del tren, sin que nadie se hubiera percatado de su existencia antes… ¿Cuál es la calidad de los salvatajes, de los peritajes, de los estudios que deben hacer las organizaciones involucradas en este tipo de hechos que quien encuentra a su hijo es nada menos que el padre revisando los videos del servicio de tren? ¿Quién nos ampara en este país cuando pasa algo –que no debería pasar, desde el vamos, si todo estuviera en condiciones-? Se felicitó a los rescatistas (la ministra Garré, el Secretario Schiavi y el jefe de Gobierno de la C.A.B.A. Macri lo hicieron), y todo ese papelón terminó con la furia desatada de la gente en la propia estación de Once al encontrar a quien se buscaba desde hacía 58 horas, adentro del tren mismo. Todavía hubo que soportar las increíbles declaraciones del Secretario de Transporte, Schiavi, quien aseguró que ese mismo viaje el día anterior casi no hubiera tenido consecuencias porque era feriado. ¿Se puede ser tan idiota? Parece que sí y que hasta merece ser ratificado en su cargo.
Si las familias de todas las víctimas merecen las condolencias y la Justicia necesaria para aliviar sus atormentadas almas en estos momentos de terrible dolor por la pérdida, la de Lucas pasa a ser la que enarbola todas las miserias a las que estamos sometidos en un lugar en el que nos quieren hacer creer cualquier cosa, como nos van a querer hacer creer ahora que esto fue un accidente debido a alguna falla humana –seguramente-, de modo de quedar desligados del asunto el Gobierno, la empresa, el sindicato y romper el hilo por lo más delgado echándole la culpa a algún perejil para salvar a todos los verdaderamente involucrados.
Lucas es un nuevo monumento –y ya van…- a la corruptela, la desidia y el total desinterés por la ciudadanía que tienen todos los Gobiernos (éste especialmente, que atropella como topadora cualquier cosa que se le interponga en sus intereses), y quedará en la memoria de todos los hombres de buena voluntad en la Argentina, que los hay, como ese símbolo de todo aquello que no querríamos ser como sociedad.
Solidaridad a las familias de las víctimas y a todos los muertos –en especial Lucas- Q.E.P.D. ¿Vos qué opinás…?

La escalada de violencia


Que estamos en una época violenta, es cosa sabida. Desde cuándo, es difícil determinarlo, pero las agresiones han ido escalando tanto en cantidad como en calidad a lo largo de las últimas décadas. Las noticias parecen hasta “divertirse” con el tema, cambiando un muerto hoy por otro mutilado mañana, uno quemado al otro día o alguno masacrado en patota en las madrugadas tan desnaturalizadas de estos tiempos.

Hasta la sociedad misma parece acostumbrarse, adormecerse ante la brutalidad de los seres humanos que hoy por hoy son capaces (al menos en algunos países “peligrosos”) de matar por matar, aun hasta sin razones. Los hay que lo hacen por diversión, los que juegan al videojuego en forma de reality –como “el loco de Belgrano”-, los que matan para robar y terminan yéndose sin nada pero dejando una o más víctimas en su acción. Los hay por motivos amorosos o pasionales, por razones mafiosas “inconsistentes” comparadas con las razones que antes ameritaban una muerte para estos grupos. En fin, el valor de la vida humana ha perdido dramáticamente importancia, al grado de que salir a la calle para muchos ya implica un riesgo (ni hablar si es de noche), cuando antes esto no era así. Hoy en cualquier momento uno se cruza por la calle con un portador de aspecto de delincuente o hasta de asesino, aunque en verdad quizás no lo sea. Pero una persona encapuchada, con gorra, con las manos en los bolsillos y a veces hasta con la cara semi-tapada es razón más que suficiente para que alguien se pegue un susto padre a la vista de los desastres que vemos a diario en los noticieros…

No obstante, la violencia tiene otras formas, como la de género, tan en boga últimamente. Un buen estudio sociológico y psicológico debería determinar qué desató este tipo de violencia que, aunque siempre en alguna medida existió, hoy por hoy llega a límites impensados, y todos estamos al tanto de lo que estoy hablando con tantos casos escandalosos ocurridos últimamente. Yo creo que la avanzada de la mujer en la sociedad, ocupando puestos de importancia y esgrimiendo personalidades avasallantes o al menos no sumisas, debe tener que ver con un desplazamiento del hombre a lugares o formas más relegadas y resistidas (por supuesto), que disparan en “el macho” cualquier tipo de desastre que se le ocurra –dejemos la lista de lado-. Pero no soy un experto en el tema, aunque creo que algo debe haber de cierto en esto.

Los niños (¡los chicos!) son hoy por hoy víctimas de todo tipo de abuso, tanto sexual como psicológico o hasta de asesinatos –el año pasado en nuestro país se deben haber batido todos los récords de pequeños ultimados- por diferentes causas que pueden tener que ver con venganzas hacia sus padres, con violaciones seguidas de muerte en muchos casos practicadas por perversos irreversibles y hasta con ser víctimas inocentes de disparos que nunca los tuvieron como destinatarios, y fueron muchos casos…

Hasta los adolescentes (y los chicos también) suelen agredir al que estudia, al que es lindo, al que no se droga, o al que no quiere hacer lo que el grupo desea con un inusitado terror que deja heridas, mutilaciones o angustias difíciles de solucionar.

Y la hay también silenciosa, que no deja marcas físicas pero sí espirituales: la violencia psicológica, esa que se ejerce dentro de casa y que no tiene prensa, pero que tortura a muchísima gente en sus hogares al maltrato, al destrato, la falta de respeto, la agresión permanente, la subestimación, la degradación, la humillación… Que perfora todos los límites externos del cuerpo sin dejar huella alguna pero destroza el alma y somatiza enfermedades que van matando de a poco (o no tanto). ¡Cuántos cánceres y otras enfermedades deben tener su origen en el desamor que alguien infiere dentro de cuatro paredes, sin que el mundo lo sepa! A veces se sabe, como cuando “el loco” Barreda provocó un verdadero desastre familiar a partir de la permanente sumisión y maltrato al que lo sometía su familia, y así debió pagarlo. Pero la mayoría de estos casos no tienen más que finales de enfermedad y muerte y no de asesinatos, aunque en el fondo la diferencia –quizás- no sea demasiada… ¿Vos qué opinás…?