Alto, rubio y con un zapato mágico

Quizás ese pueda ser el título de la tan mentada película del Titán, del Loco, de Martín Palermo. Parafraseando a “Alto, rubio y con un zapato negro” (The tall blond man with one black shoe /Le Gra), comedia de Yves Robert (1972), con Pierre Richard como protagonista...

Claro que en esta ocasión no será una comedia: sería un mix de thriller con ciencia ficción, aunque en realidad solo sea un documental. ¿Qué cosa extraña, no? Y ¿por qué ese mix? Porque en su trama podrán verse emociones descontroladas, amores incondicionales (todos con Martín), locuras increíbles, momentos verdaderamente electrizantes (y sin efectos especiales de ningún tipo), un inmenso heroísmo deportivo y por sobre todo una inigualable actitud personal que le permitió a lo largo de su vida sobreponerse a la pérdida de un hijo, a la fractura de su pierna cuando una tribuna entera se le vino abajo en España –algo nada grato para un jugador de fútbol-, a la rotura de los ligamentos de sus rodillas en dos oportunidades y a algunas otras contingencias menores que él –y quizás solo él- ha sabido sacar adelante.

No por nada Bianchi lo bautizó “el optimista del gol”, remarcando esa marcada actitud del “Loco” para sacar de la galera las alegrías más inolvidables que pueda haber visto un hincha de Boca (también de Estudiantes o de la Selección Argentina).

Martín, el dueño de todos los récords –¿le quedó alguno por superar?-, con 306 goles en el fútbol argentino, más los que hizo en España. Con un gol de cabeza marcado ante Vélez desde el círculo central. Con un inolvidable zapatazo (que buscó durante toda la tarde hasta que lo consiguió) ante Independiente desde la mitad de la cancha aprovechando que el arquero deambulaba permanentemente por el área grande y él ya lo tenía “junado”.

Con los cinco minutos electrizantes en los que convirtió dos goles (uno con una corrida inolvidable tras el pase desde 40 metros de Riquelme) nada menos que ante Real Madrid en la Final de la Copa Intercontinental del 2000 y que ponía a Boca a solo 10 minutos de empezar el partido con un resultado que a la postre fue suficiente para alzar otra copa.



O como el que le dio a la Argentina la posibilidad de ir a jugar el Mundial 2010 cuando en el Monumental los bolivianos nos hicieron un gol en el epílogo del partido, casi, bajo una lluvia torrencial y Maradona hizo entrar a Martín y le pidió que “arregle el asunto”: a los 47´50” Martín, bajo una cortina de agua que le daba a la trama un dramatismo difícil de olvidar, metió su zurda para empujar la pelota en el arco y dejar intacta la posibilidad de jugar la Copa, lo que provocó el llanto de él, de Maradona y de todos los que lo vivimos en la cancha o por TV.

O el récord que alcanzó en ese mismo mundial al concretar ante Grecia y convertirse en el jugador debutante más veterano en hacer un gol en toda la historia de los mundiales…

Y la lista sigue (ni hablar de la semifinal por Copa Libertadores del 2000 ante River cuando él volvía al banco después de seis meses sin jugar por su primera lesión en la rodilla y ante la pregunta de un periodista en la conferencia de prensa al técnico de River sobre si Bianchi hacía entrar a Martín, el Tolo Gallego boconeó: “Si Bianchi pone a Palermo, yo pongo al Enzo”. El resultado: el Titán entró en el segundo tiempo y la primera pelota que agarró la mando al fondo de la red y se fue a abrazar a Bianchi, tras asegurar la eliminación de River y el pase a la final de Boca).

Es interminable la sucesión de alegrías que se podrían describir –son muchos goles y besos a su brazo izquierdo!-, y (como fana de Boca que se notará que soy) creo que la historia lo pondrá a Martín, al “Loco”, al “Titán” en la dimensión que tiene, que para mí es la del jugador que más júbilos le dio a Boca en los 106 años de historia de la Institución.

El Loco cuelga los botines, y a todos “se nos pianta un lagrimón”. En un país donde no sobran las alegrías, él las supo dar como pocos. Ojalá sigan sus éxitos en el fútbol como técnico ahora; quizás todavía, con su espíritu inoxidable, pueda seguir regalando más satisfacciones. A los hinchas de Boca (y del fútbol argentino en general en menor medida) nos queda el recuerdo y el ejemplo de un tipo increíble que merece a un James Cameron o un Steven Spielberg para poder llevar al cine su película. Aunque seguramente, tanta locura no va a dar para un solo filme sino para una zaga… ¿Vos qué opinás…?