Alter ego


“Tus hijos no son tus hijos, son hijos de la vida...” es un concepto por demás aceptado hoy en día. Ya no hay discusión al respecto, al menos en nuestra occidental cultura, creo. Sin embargo, es difícil describir una relación padre-hijo/a (o madre-hijo/a) sin una dosis -aunque sea pequeña- de “participación” paternal en aquellas vidas que nos suceden. No soy psicólogo, pero creo que es inevitable en cualquier ser humano padre creer propia una porcioncita de aquella vida que lo tuvo como gestor.
Mi visión personal del tema es un poco más exagerada, por decirlo de alguna manera. Quizás por ser padre de un solo hijo, a lo mejor quien lo es de seis o siete tiene otra postura al respecto. Para mí, mi hijo es yo mismo (¿o se dice “mi hijo soy yo mismo”...?). Así es, así lo siento: mi hijo es mi misma persona. Una continuación actual, contemporánea de mi propia existencia. Quizás por la tremenda identificación que veo en él. Quizás por la profunda admiración que me provoca su inmensa sensatez de apenas doce años, con un don de la ubicación que verdaderamente me conmueve en algunas oportunidades. Por muchas razones. Guido soy yo. Mi alter ego. Razón más que suficiente para querer lo mejor para su vida, su futuro, su porvenir. Y para dedicarle horas de charlas y debates que nos nutren a los dos: a él de conocimiento, y a mí de sabiduría.
Y así surge una cierta justificación, una verdadera explicación de nuestro paso por el mundo (quienes no son padres tendrán otras, por demás válidas, por supuesto). Quien ha tenido la inmensa dicha de traer una –aunque sea- vida al mundo y la supo “cultivar” y proteger mientras se necesita para convertirla en nada menos que un ser humano, tiene por demás acreditado el motivo de su existencia.
Por cierto, esta propia forma de ver la cuestión tendrá sus adeptos y sus detractores, como cualquier otra. Pero a mí me motiva intensamente saber que lo que él pueda ser y pueda hacer será a su vez algo que yo habré sido y habré hecho.
La etapa de “abuelez” aún me queda lejos, pero será seguramente muy interesante experimentar la sensación de “volver a ser padre” cuando Guido lo sea. Una nueva vuelta de rosca a la naturaleza, generando otra nueva vida que –veremos- podré seguir viviendo yo...
Alguno creerá que “Alejandro enloqueció”. Alguno sentirá como propio este relato. Más de una madre (incluida la de Guido) podrá argumentar obviedad, quizás, en lo que digo. De todos modos, yo me quedo con esta sensación de “sucesión” de mi mismo. Y esperando que me comentes: ¿Vos qué opinás...?

PD: Dos aclaraciones: la foto tiene unos años, y Guido es el de la derecha... ja!

Poliladron


De chicos era habitual jugar al poliladron. Casi siempre queriendo hacer de policía, de modo de tener un poco de superhéroe, atrapando a “los malos”, los delincuentes, los ladrones.
De grande vamos aprendiendo que de chicos éramos inmensamente ilusos, al creer dos bandos, uno de los cuales –el de la “Justicia”- era nuestro soñado rol.
En la empresa en que trabajo, hace unos dos meses, las compañías clientes empezaron a retenernos 3% del monto de la facturación, a cuenta del Impuesto a los Ingresos Brutos, por orden de la Dirección Nacional de Rentas de la Provincia de Buenos Aires. Grande fue nuestra sorpresa al notar, unos veinte días después, que uno de los dos bancos con el que opera nuestra empresa empezó a practicar otra retención igual sobre los cheques que se acreditaban en la cuenta.
Hecha la gestión pertinente en el banco, se nos comunicó unos días después que la orden provenía de la misma dirección impositiva bonaerense, con lo cual nada podían ellos hacer. Así las cosas, sobre una factura cobrada se nos retenía automáticamente 6%, cuando la alícuota es de 3,5%. Lo peor del caso es que quince días más tarde, el otro banco procedió de la misma manera. “Zas! El Estado nos roba”, fue la conclusión obtenida, mientras ingeniábamos métodos para no generar crédito fiscal irrecuperable.
Tres semanas más tarde, al ingresar al establecimiento a trabajar, sobre las 8 de la mañana, volví a sorprenderme ingratamente al observar la nocturna visita de los cacos a nuestra empresa. Como lograron entrar por una pequeña ventana sin rejas (en una oficina recién terminada...), solo pudieron llevarse algunas herramientas y adminículos menores, gracias a Dios, aunque nos quedó el amargo sabor de sabernos invadidos. “Zas! Los ladrones nos roban”, volvimos a impacientarnos.
Tras veinte días, un camión de nuestra empresa fue víctima de otro hecho de delincuencia. El chofer fue abordado por un grupo de “profesionales” muy profesionales (y súper tranquilos), y se llevaron el tractor por un lado y el semi y la carga correspondiente por otro. Tras una serie de innumerables episodios insólitos, quienes habían perpetrado el hecho estaban en el lugar donde la Policía nos devolvió una parte del botín: el semi cargado... “Zas! La Policía también nos roba”, nos preocupamos entonces.
Hoy, al regreso de cobrar unos cheques en una empresa cliente y antes de ingresar al establecimiento –a las 11.30-, dos muchachitos de apenas dieciséis o diecisiete años se bajaron de “sus” bicicletas y me arrinconaron contra la pared, provistos ambos con sendas pistolas. En este caso me sustrajeron celular, reloj y el dinero que tenía encima (se salvó la cobranza). “Zas! Los rateros nos roban!”, fue la tristísima conclusión de este mediodía.
Hasta aquí, pudimos salir ilesos físicamente de tantas experiencias desastrosas. Aunque, por supuesto, las alteraciones psicológicas que provocan estos hechos terminarán somatizando aquellas repercusiones físicas en solo algún tiempo. Pero la pregunta que surge, tras uno y otro saqueo, es: ¿Está bien trabajar? ¿Cuánta gente vive de la poca que trabaja? ¿Cuánto parásito hay en nuestra sociedad? ¿Los políticos son todos chorros? (como tanto se escucha por doquier) ¿o son muchísimos más los chorros? De guante blanco, de guante negro, a cara cubierta o a cara descubierta, los manotazos llegan por todos lados. Y no hay amparo...
La de hoy es casi una crónica. Sin tanta reflexión ni opinión, como es lo habitual. Hoy no quiero opinar, me robaron las ganas. ¿Vos qué opinás...?

Muchachos! Dejen de vivir...!


Ya hemos comentado en esta columna alguna vez que a los políticos no se les cae una idea (y quién no...?). Sin embargo, es asombroso que ni siquiera sean capaces de recordar las malas experiencias pasadas y se reiteren las propuestas impensadas, inconsultas y “fáciles”.
Hace unos años –y no tantos-, las políticas económicas devenidas de un super-ministro (porque acá no nos andamos con chiquitas) practicaron el ajuste y el achique –no el de Menotti, precisamente-. Todo se ajustaba: salarios, jubilaciones, gastos y consumos. Todo. Pero la plata faltaba y faltaba. Y entonces se volvía a ajustar sobre lo que ya estaba ajustado. Un reajuste o “ajustazo”. Como seguían sin tomarse las políticas de fondo que solucionaran los problemas que aquejaban a aquella economía, la ingeniosa “solución” volvía a aplicarse, una y otra vez.
Así se llegó a un fantástico plan (fantástico de verdad, porque era imposible que fuese una realidad) que se llamó “Déficit Cero”, que proponía que el Estado pague hasta lo que le alcanzaba el dinero y lo demás... Pagadiós! De más está recordar que tanta barbaridad terminó en un desastre que se intituló “Corralito” y que hizo saltar por los aires al Gobierno (en realidad, pretendió hacerlo con todos los políticos en forma masiva).
Sin embargo, la historia parece repetirse. Salvo que, como es en otro rubro, nuestros distraídos funcionarios no pueden darse cuenta de que están cayendo en el mismo error.
Hoy asistimos al “achique” versión II: el achique energético. Desde todos los rincones (el Gobierno, las empresas públicas, algunas fundaciones o asociaciones mercenarias, etc.) se nos pide “moderación”, “no derroche” -sugerencias entendibles, en verdad- y también se empiezan a bosquejar intenciones algo más forzadas, como el “Censo de acondicionadores de aire” que los porteros de Capital deberían llevar a cabo, o el casi estúpido método de repartir dos lamparitas de bajo consumo casa por casa, porque va a provocar un descenso en el consumo. Ni mencionar el cambio de horario, que nos fastidia verdaderamente hace unos días, sobre todo a quienes viven en el Oeste del país que tienen eternamente atada su vida a un horario nacional unificado, cuando por su respectivo huso horario deberían tener una hora menos. Hoy soportan dos horas de diferencia con lo que debiera ser la realidad de sus días y noches, lo cual no es poca cosa, verdaderamente.
El agua escasea también, lo cual provoca –al igual que en la corriente eléctrica- cortes en el suministro a la gente y “sensuales” sugerencias de que los cónyuges se bañen juntos, para ahorrar. Como si fuera poco, los combustibles líquidos –por problemas estructurales aunque también por intereses comerciales- faltan hace más de un año ya, si bien solo le hacen pagar el pato a la petrolera Shell, enemiga número uno del establishment...
Tampoco alcanzan las rutas (y un pobrísimo dirigente de una asociación de víctimas de accidentes de tránsito le echa la culpa a que se fabrican muchos autos...). Y sigue la lista. Nada alcanza. Cuando “éramos pobres” –hace bastante poco...-, no había problemas. Ahora, que la gente trabaja un poco más, aparecieron por todos lados, por falta de infraestructura.
El “Maldito Ajuste” está de nuevo con nosotros. Y seguramente tendrá un efecto negativo, igual al que tuvo aquel primero.
La consigna que baja de las cúspides parece ser; “Basta muchachos! Dejen de vivir! Basta de aire acondicionado! Basta de autos nuevos! Basta de bañarse! Basta, basta! A ningún político, ni siquiera de la oposición, se le ocurre que la mejor idea es generar recursos, no simplemente “recortar” lo que tenemos. No es que me oponga a evitar derroches, todo lo contrario. Creo que toda ineficiencia es anticristiana. Pero a las mentes limitadas solo se les ocurre limitar, en vez de planificar estructuras que apunten a un país ciertamente integrador –¿o acaso no es “marginalidad” que alguien no pueda disfrutar un aire acondicionado o bañarse como lo hizo siempre?-.
Los pronósticos de los científicos meteorólogos indican que por estas latitudes se consolidarán climas más agresivos, como los inviernos y veranos tan marcados que venimos soportando, similares a los del hemisferio Norte. Ello implicará que la gente necesitará recursos para poder resistirlos. A ver, muchachos, si cambian las ideas gastadas por unas mejores, que procuren en serio un país para todos. ¿Vos qué opinás...?