Sabor a nada


Pasaron las elecciones. Solo cada cuatro años elegimos Presidente y todo lo que ello involucra (un gabinete en el Poder Ejecutivo, un respaldo en el Poder Legislativo... y hasta injerencias en el Poder Judicial, la mayoría de las veces!).
Ya han pasado, nuevamente, y han sido por demás insípidas, intrascendentes. Más allá de que haya quienes poco reflexionan y mucho festejan –como siempre- o quienes mucho reflexionan y poco festejan –como siempre, ergo-, la elección, en su desastroso proceso dominical, no fue más que el anunciado corolario de una campaña por demás hueca, poco seria, hasta irrespetuosa. Irrespetuosa, sí, porque el común denominador fue la acusación: de mentirosos, de corruptos, de traidores, de despóticos o de lo que se pueda imaginar. Sobre el agravio permanente giró la propaganda y todos los actos de prensa de los candidatos a lo largo de los muchos meses que duró. Desde el oficialismo o desde la oposición, sin diferencias. Las propuestas, las ideas, los lineamientos políticos, nada de eso apareció. Solo ofensas, y nombres. Nombres; después de todo, de eso se componen las boletas: nombres, apellidos, personas...
Los argentinos parecemos condenados a elegir boletas que no incluyen en su integridad posturas políticas definidas. El concepto de Partido casi no existe. Los candidatos fundan a cada momento agrupaciones nuevas que no marcan firmemente ninguna ubicación en el espectro. Todos son “pragmáticos” (algo por demás inconsistente). Desde la derecha –nadie se manifiesta como “de derecha”, por cierto) hasta la izquierda más rancia, pasando por el “centro progresista”. Todos son lo mismo, solo se diferencian por su nombre y por su declamada honestidad. Carrió pudo llegar a aliarse con López Murphy, aliado a su vez de Macri. ¿Todos tienen la misma posición? Las boletas del Frente para la Victoria tienen varios candidatos en un mismo distrito. ¿Cómo se entiende? Que alguien me lo explique, por favor.
Y así votamos otra vez un segundo mandato. Aunque el nombre sea otro. Todos sabemos cómo nos fue con un segundo mandato, hace poco todavía. Los tiempos políticos de hoy no son tiempos de estadista. El largo plazo solo llega hasta cuatro años, como muy exagerado, pues es el único tiempo que al político en el Poder puede importarle. Sin embargo, volvimos a caer en la trampa...
Siempre creí que los políticos no son más que lo que las sociedades generan. Nuestros políticos nacieron acá, no son importados. Y la prueba se pudo también observar en estos días, con la tremenda devolución de responsabilidades de ejercer como autoridades de mesa, o con la avivada de ir a votar tarde para evitar quedar involucrado en una ausencia en la mesa electoral. Todos somos poco comprometidos, todos somos facilistas y todos engendramos los jefes que tenemos (“todos” es una generalización, obviamente).
Ni el cruel acto terrorista de tres días antes en los que murieron tres policías fue suficiente para que la sociedad o la clase política reaccionara (ah, cierto! Fue un asunto de polleras. Siete delincuentes para una venganza pasional...)
Ojalá me equivoque en los pronósticos. Ojalá el advenimiento femenino al poder permita un toque de humanismo, por demás necesario. Y ojalá crezcamos para poder tener una mejor dirigencia y decentes administraciones.¿Vos qué opinás...?

El "cambio"


Que a los políticos no se les cae una idea es una verdad que sufrimos desde hace muchos años. Una constante en todos estos períodos democráticos que venimos viviendo los argentinos (digamos los latinoamericanos). No solo porque faltan proyectos superadores, innovadores, creativos, sino también porque llegan a confundirse las distintas opciones que los partidos ofrecen, al postular similares preceptos aun desde corrientes muy opuestas en al abanico político.
Pero hay cuestiones que ya llegan al hartazgo, porque rebajan la propuesta a niveles casi inaceptables por lo vago e inconsistentes que resultan. Hoy -en época de furiosa actividad preelectoral- vemos, leemos, escuchamos promover “el cambio” como opción desde cualquier partido, de cualquier extracción que sea. Es más: no importa si es desde el oficialismo o desde la oposición, porque los mismos gobiernos (nacionales, provinciales o comunales) utilizan el término al proponer “seguir profundizando el cambio”, dejando por entendido que el mismo ya empezó y que es menester continuarlo...
Y me surge la pregunta: ¿cambiar qué? ¿por qué nadie dice qué es lo que hay que cambiar? ¿por qué nadie explica con qué otra cosa se va a reemplazar lo que debe ser cambiado? ¿y por qué nadie expone de qué modo se va a producir ese cambio? Solo se menciona “el cambio”, como fórmula mágica. En todos los distritos se ven propagandas con la misma propuesta, inclusive de candidatos del mismo partido.
En los veinticinco años que llevamos eligiendo administraciones, hemos tenido diferentes propuestas políticas encumbradas en el poder. Una pretendida social-democracia en los albores del período, un siniestro capitalismo a ultranza en segunda instancia, un período de indefinición que llevó a la máxima debacle en tercer término, y un populismo setentista en la actualidad que parece querer llegar hasta después del bicentenario de la Patria. Estos “formatos” políticos llegaron casi disfrazados (a excepción del primero), porque lo que propusieron en sus campañas previas muy poco tuvieron que ver con lo que finalmente se realizó desde el Gobierno. Sin embargo, desde la “Renovación y Cambio” que proponía Alfonsín con su corriente en 1983 hasta hoy, todos quienes quieren acceder a gobernar promueven el “cambio”, sin definir de qué se trata el mismo.
En 2002, el reclamo de “que se vayan todos” se planteaba con tremenda resonancia en todos los rincones del país. Solo cinco años después, nos siguen proponiendo repetidas necedades, las mismas inconsistentes “ideas”, los mismos frágiles eslóganes, y nada más.
Como ciudadanos, poco hemos crecido desde aquellos cruciales momentos históricos de principio de siglo, con pretensiones de revolución de barrios y asambleas populares. Las urnas mayores, las nacionales, nos esperan nuevamente, y solo nos proponen, una vez más y van... “el cambio”. ¿Vos qué opinás...?